Holanda y Marruecos, la pinza para Almería
El coste del metro cuadrado de una finca de tomate almeriense es de 5,5 euros, frente a los 46 de la holandesa, aunque el marroquí es de 0,10€/kilo
Tradicionalmente, el agro almeriense tiene su punto fuerte en el clima, más benigno que sus 'vecinos' del norte de Europa, lo que se traduce en unos menores costes de explotación (al no tener necesidad de poner calefacción), junto a un mejor calendario de producción-comercialización, aprovechando la ventana temporal que se abre justo cuando el resto de países competidores no disponen de volumen para poner en el mercado, precisamente, por las bajas temperaturas de sus zonas.
El invernadero almeriense está basado en estructuras de bajo coste con cerramientos plásticos, un bajo nivel de equipamiento para el control de clima, con rendimientos considerados subóptimos, sustentado en un bajo consumo de energía, un eficiente uso del agua y sostenible económica y ambientalmente.
A pesar de sus conocidas fortalezas, este sistema productivo debe tener cuidado para que no le adelanten, por la izquierda o por la derecha, sus 'hermanos' del sur y del norte, esto es, Marruecos y Holanda.
Así se desprende de la comparativa que han presentado recientemente en la jornada 'Principales retos de la horticultura española de invernadero', organizada por Coexphal, en colaboración con Cajamar y Hortiespaña, en la que se expuso el posicionamiento de cada modelo, sus puntos fuertes y débiles, todo ello, con el objetivo de ayudar a los productores almerienses a hacer frente a los desafíos a los que se enfrenta a corto y medio plazo ante estos competidores.
Un invernadero almeriense produce de media 20 kilos de tomate por metro cuadrado, frente a los 60 del holandés; 10 de pimiento, frente a los 27 en Holanda; y 14 de calabacín, frente a los 65 kilos por metro cuadrado del modelo holandés. Son datos objetivos, pero detrás esconden mayores precios para el holandés, pues necesita más tecnología (inversión) y consumo energético. A pesar de ello, los costes de transporte holandeses son menores, por su cercanía, aunque no compensan el resto de gastos, que, en su conjunto, son mayores.
En tomate, de media, una finca almeriense obtiene 0,65 euros por kilo producido, frente a los 0,93 de la holandesa; los ingresos brutos de la almeriense son 10,4 euros por metro cuadrado y los de la holandesa, 51,15; la mano de obra almeriense, dos euros el metro cuadrado, frente a los 12 euros de Holanda; en Almería, la energía cuesta 0,15 euros el metro cuadrado, frente a los 13 euros de Holanda; en los costes variables, Almería también gana por goleada (1,5 euros por metro cuadrado, frente a 8,6 de Holanda); los costes financieros, también (0,3 euros por metro cuadrado para Almería y 5 euros en Holanda); la amortización y el mantenimiento, 1,3 euros por metro cuadrado en Almería y 5 euros en Holanda; en cuanto a los costes totales, Almería arroja 5,5 euros por metro cuadrado, mientras Holanda contabiliza 46; eso sí, el beneficio es de 4,9 euros por metro cuadrado para Almería y de 5,2 para Holanda, mientras la ratio de beneficio/ingreso es mayor para Almería, pues el 47% de los ingresos se traducen en beneficios, frente al 10% de Holanda.
A pesar de esta ventaja competitiva para Almería, el sector no puede ni debe dormirse en los laureles, pues sus competidores holandeses están desarrollando nuevos avances para ganar en productividad, competitividad y rentabilidad, reduciendo así el margen que ahora tiene Almería frente a ellos.
Entre estas mejoras, destacan las de las estructuras y los materiales de cubierta para conseguir más luz. Para ello, se está trabajando en nuevos vidrios, así como en luz difusa, que consigue una luz más dispersa y con mayor transmisividad (hasta el 83%), que aumentan un 10% la producción en pepino y pimiento, un 6% rosas y un 30% más de rapidez en planta de flor.
Las estructuras más luminosas son otra innovación holandesa (Winterlight greenhouse), así como la iluminación fotosintética y la calidad de la luz, con el uso de LEDs. Esta última supone una amenaza muy importante para Almería porque genera más micromoles de luz por cada vatio eléctrico (luz de más calidad) y con un menor coste energético, además de que da menos calor. A ello hay que unir el enriquecimiento carbónico, que incrementa la productividad en torno a un 20%, el uso extendido de la fertirrigación, con un mejor control de la zona radicular, menos enfermedades del suelo y más eficiencia del uso del agua; el mejor control de clima, con mallas térmicas y sistemas de deshumidificación, mejor control de plagas y enfermedades; y el apoyo del Gobierno holandés, a través de convenios con el sector.
En cuanto a Marruecos, su mayor baza radica en el coste de producción, aún muy por debajo del almeriense. De media, un invernadero de tomate marroquí tiene un coste de producción de entre 0,086 y 0,127 euros el kilo, frente a la horquilla de 0,392-0,875 euros por kilo del almeriense, cuya rentabilidad se encuentra comprometida, según los expertos.
La ventaja competitiva marroquí no se basa exclusivamente en el precio, como muchos agentes del sector creen erróneamente, sino que, desde hace años, ha experimentado grandes mejoras que también contribuyen a aumentar su productividad y rentabilidad. Entre ellas, destacan inversiones en mejorar las estructuras; aumento de la altura, de cuatro a seis metros hasta los ocho; apuesta por los semilleros; diversificación en la producción (tomate, calabacín, pepino y pimiento); plataformas que agrupan cooperativas; productores que cierran programas con las cadenas de supermercados europeas; y mejores infraestructuras: autopista Marrakech-Agadir, más líneas marítimas, como la que va de Agadir a San Petesburgo, la construcción del aeropuerto West Med, con el auge de Nador y Berkan; y la apuesta estratégica de su gobierno por la agricultura, con el Plan Marruecos Verde.
Más productividad y eficiencia en el uso de recursos, retos almerienses
Según los datos que maneja Cajamar, aportados en la jornada celebrada en Aguadulce por Juan Carlos Gázquez, coordinador Técnico y de Transferencia de la Estación Experimental Cajamar, los retos del invernadero almeriense se resumen en tres pilares: mejorar la productividad, mejorar la eficiencia en el uso de los recursos naturales y minimizar la huella ambiental (residuo cero ambiental, físico y químico). En cuanto a desafíos concretos, Cajamar aboga por mejorar las estructuras para optimizar la ventilación, aumentar la radiación y reducir las humedades; mejorar la difusión de la luz, reducir la temperatura y alargar la vida útil de las cubiertas; controlar el clima; mejor manejo del suelo, incorporando materia orgánica y microorganismos; garantizar el suministro de agua a un precio asequible; mejorar la fertirrigación y automatizar el riego con sensores; seguimiento de la conductividad eléctrica del suelo y su contenido en nutrientes; recogida y reutilización del drenaje en cultivo sin suelo; eficiencia energética, mecanización y digitalización del campo.
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CONTENIDO OFRECIDO POR DIPUTACIÓN DE ALMERÍA