Rosquillas con sabor a tradición
El personaje
LOS aromas y sabores de siempre suelen esconder pequeños secretos o anécdotas, resquicios de un pasado lejano que dieron origen a productos que aún hoy siguen alegrando el paladar de muchos golosos.
"Cuando era pequeño mi padre tenía un secadero de frutos secos", cuenta José Cruz, propietario de la empresa agroalimentaria Productos Pichote. Aquel niño pasaba largas horas en la fábrica, y se dedicaba a pelar puñados de pipas que guardaba en los bolsillos como si de un ritual se tratase. Años más tarde, su padre le pasó el testigo de su otra empresa familiar, dedicada a la producción de rosquillas de aceite artesanales.
José continuó ejerciendo las labores al igual que su padre, siguiendo las recetas tradicionales que le había enseñado a elaborar durante tantos años. Pero, como suele suceder, el paso del tiempo obliga, en un momento u otro, a pensar en el cambio de maquinaria, en la ampliación de instalaciones, la diversificación de productos o la expansión de la cuota comercial por diferentes provincias o países. Fue entonces cuando se le encendió la llama del recuerdo.
"Cuando llegaba al obrador, después de estar horas pelando pipas en el secadero de frutos secos, me comía las barritas con las semillas que había guardado en los bolsillos, y pensé, ¿si me gustaban a mí, por qué no le iban a gustar a más gente?". Voilà. De ahí surgieron las barritas de pipas, un producto que actualmente se comercializa al mismo nivel que las famosas rosquillas riojanas.
Cruz asegura que fue "el primero que las hizo en Almería". En aquella época, hace ya quince años, constituían una novedad, "no como ahora, que se ven por todos lados", explica.
Posteriormente, comenzó a incorporar otros productos a su gama: roscos de anís, de naranja, regañás y picos. Todo un surtido de dulces elaborado a la manera 'de antes' con productos 100% naturales. Este carácter artesano también perdura en las maneras productivas. De hecho, prácticamente la mitad de la elaboración requiere la participación activa de empleados que trabajan manualmente. "Hay una persona que se encarga de bañar las rosquillas a mano", indica Cruz.
Esta dedicación es un pequeño gran detalle que hace que los productos sigan conservando el mismo sabor que tenían cuando los elaboraba el patriarca familiar.
Otra nota. En Pichote la calidad camina de la mano de la perfección por el detalle. Las rosquillas de chocolate sólo se venden entre los meses de septiembre y mayo, para evitar que la dulce cubierta se derrita por el exceso de temperatura de la época estival. "Somos como los bombones de FerreroRocher", subraya Cruz.
Aún ahora, en medio de la crisis económica, el propietario de la legendaria firma se niega a mermar la calidad de sus productos para reducir costes. Por ello, planea ampliar su cuota comercial a través de provincias como Málaga y Barcelona, cosa que hará previsiblemente a partir de marzo, y también se plantea desarrollar nuevos productos con los que aumentar su gama. De producirse, esta segunda opción vería la luz a medio o largo plazo. Y es que lo bueno se hace esperar.
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