Volver a empezar partiendo de cero
el personaje
Hace apenas una semana Manuel Ordóñez tuvo que arrancar una cosecha entera de calabacín y, como quien dice, la tiró a la basura (en este caso no es literal, ya que el tema de los residuos lo gestionan empresas especializadas). Las heladas de los últimos días se llevaron de un plumazo el esfuerzo de meses. Como el resto de sus compañeros de profesión, Manuel sabe que la agricultura tiene más de 'arena' que de 'cal'. Lo sufre en sus carnes a diario desde que cambiara su profesión en la construcción por un sector entonces también en auge. "Lo dejé estaba en su mejor momento", recuerda.
Tenía vocación agrícola. Sus padres habían trabajado toda la vida en el campo y la sangre le llamaba. De hecho lo sigue haciendo. "Me gusta mucho esto. Lo echaré de menos cuando lo deje". Y es que ejercer la agricultura se está volviendo una 'misión imposible' para los productores.
"Cuando empecé no había tanta diferencia entre precio en origen y final. El agricultor vivía". Los calabacines que él 'criaba' le reportaban hasta 70 pesetas en aquel entonces y los consumidores pagaban por ellos unas 100 cuando los compraban en el mercado. Nada que ver con el consabido incremento del 800% que se viene dando desde hace años a lo largo de la cadena comercial. "Yo antes sacaba más dinero que ahora. También vendía más caro...".
Para el almeriense "el euro ha sido el gran error" ya que el nivel de vida se ha incrementado hasta en un 60%. Los insumos también se han encarecido pero, por contra, los productos hortícolas solo varían su precio para ir a la baja en términos proporcionales.
"Aquí no se trata de ponerse ricos, sino de vivir, y no te dejan". Lo resume de manera concisa pero clara. Cobrar tres euros por un kilo de tomate es "robar". Deja claro que sí tiene que haber un margen de ganancia, pero asequible para todas las partes.
Amable y pausado, Manuel mira la ristra de desechos que ha dejado el temporal y que ahora yacen a la espera de ser transportados con rumbo a la empresa de gestión de residuos agrícolas. No desespera. Ha encontrado matas de sandía y ya se pone manos a la obra para cultivarlas.
Nada lo desalienta, ni siquiera los robos en la finca. La profesión lo ha curtido. Nada más comenzar la campaña "me quitaron una televisión, una máquina de 'azufrar' a motor, un ciclomotor...". Aunque quisiera no puede parar de trabajar porque solo el destrozo de las heladas le ha acarreado cinco meses sin que entren ganancias a casa y mientras "el banco solo entiende de cobrar".
Sobre el papel del Gobierno central en lo que se refiere a la andadura del sector agrícola, es cauto. "De momento con el nuevo Gobierno yo no veo nada, solo promesas", comenta. "Habrá que ver qué hace el Ministerio porque parece que ha entrado con fuerza".
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