El sector frutícola español se encuentra actualmente en un periodo de profunda reconversión buscando una mayor rentabilidad. O así al menos lo aseguran desde la Estación Experimental Las Palmerillas de la Fundación Cajamar, una de las grandes cunas de la investigación agrícola y ubicada en Almería. Y así lo asegura también su coordinador de investigación, Juan José Hueso Martín, ingeniero agrónomo especialista en fruticultura subtropical y mediterránea, quien ha sido también responsable recientemente de proyectos tan importantes en la búsqueda de alternativa a los habituales hortícolas en el campo almeriense como: el proyecto EUROPAPAYA (FEDER-INTERCONECTA 2016-2019) y del GRUPO OPERATIVO CARISMED: producción sostenible de papaya en clima subtropical mediterráneo (2018-2020).
En un análisis realizado en la web Plataforma Tierra de la entidad, Hueso subraya que la incorporación de nuevas variedades y la introducción de nuevas especies, además de la adopción de sistemas de producción más intensivos y sostenibles, y la aplicación de técnicas de cultivo que incrementan el valor final de la producción, son las claves de esta transformación necesaria que tiene que vivir la fruticultura a corto plazo.“De todas las innovaciones del sector frutícola, la obtención de nuevo material vegetal es sin duda la que tiene y va a tener un mayor impacto en la actividad productiva. Con las nuevas variedades hay que satisfacer las demandas de los consumidores, las exigencias de las cadenas de distribución y las necesidades de los productores”, explica este investigador, quien avisa que “los consumidores demandan fruta saludable y con sabor y son cada vez más sensibles a la sostenibilidad medioambiental. Las cadenas de distribución buscan un suministro continuo de un producto homogéneo que tenga buen aspecto (color, tamaño, forma) y que tenga una vida postcosecha adecuada para aguantar en los lineales”.
“El productor además necesita maximizar los rendimientos y reducir los costes de producción, principalmente de mano de obra, con variedades de fácil manejo (bajas necesidades de poda o aclareo), que sean tolerantes o resistentes a plagas y enfermedades y que no presenten alteraciones o fisiopatías que mermen la producción y la calidad de los frutos. Si el cultivo no es rentable para el agricultor lo demás no se sostiene”.
Los programas de mejora que se desarrollan in situ en las zonas de producción tienen más posibilidades conseguir variedades adaptadas con éxito a las condiciones específicas de estas zonas (suelo, clima, agua). España es una potencia en la obtención de variedades de almendro. Los programas del CEBAS-CSIC de Murcia, el CITA de Aragón y el IRTA de Cataluña han desarrollado variedades autocompatibles y de floración tardía que escapan a las heladas y han permitido la expansión del cultivo a zonas más frías. España es líder europeo en programas de melocotonero y hay programas que están trabajando en la obtención de nuevas variedades de cítricos, uva de mesa, albaricoquero, cerezo, ciruelo, níspero, chirimoya o granado, entre otros. También hay varios programas desarrollando nuevos portainjertos para frutales de hueso o cítricos. “Esta situación hace que nuestro sector frutícola sea más competitivo y limita la dependencia de programas foráneos”, mantiene Hueso.
Para el investigador, las nuevas variedades deben adaptarse a las diferentes condiciones agroclimáticas de las zonas productoras con la dificultad del impacto del cambio climático, que está modificando los límites de los cultivos.
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