Pedro, el turronero más dicharachero de las ferias de Almería: "Es un fenómeno partiendo turrón"
Él y su hermana Chari cogieron el testigo de su padre al frente de los dulces ugijareños Ibáñez Aguado
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Tiene un arte partiendo turrón con su cuña que ríase usted de los aizkolaris cuando golpean con su hacha troncos de varios cientos de kilos. Con su saco de 50 kilos de turrón casero al hombro, Pedro lo sitúa en el arcón de madera y desmenuza en suculentas porciones el gran bloque de miel y almendras. Con la misma destreza que tenía su padre, pero con un arte innato que lo han convertido en un fenómeno de las redes sociales.
Pedroelturronero, como reza en su perfil de Instagram, cogió junto a su hermana Chari el histórico negocio de los dulces Ibáñez Aguado. Una empresa pequeña, familiar, artesana, que tiene su almacén en Ugíjar [Granada], desde donde acude en cada fiesta patronal y en muchos mercadillos a endulzar los pueblos de la Alpujarra y del Poniente almeriense. Como hacían su bisabuelo, su abuelo y su padre, con el pequeño y carismático tenderete, y desde hace unos años, también gracias al aluvión de pedidos que atiende gracias a su simpático perfil de redes sociales, donde su día a día se ha convertido en el mejor escaparate de un negocio tradicional que poco a poco le ha ido recortando espacio a las nuevas tecnologías.
“Durante la semana voy recordando anécdotas que me han ocurrido en la venta ambulante y sin guionizarlo excesivamente, me van surgiendo ideas para los vídeos. Creo que esa naturalidad y frescura gusta a la gente, mi rutina en el trabajo llama la atención, muestra cómo es el trabajo de un artesano”, indica el joven ugijareño que ha conseguido más de 50.000 nuevos seguidores y más de 300 nuevos clientes online.
Y es que la cuarta generación de los Ibáñez Aguado tienen una mano especial para la elaboración de los dulces, especialmente del turrón. Hace más de 150 años, su bisabuelo comenzó a elaborar productos en una pequeña habitación de su casa. Con sus manos y su viejo arca de madera, llenaba su burro de dulces y recorría los pueblos de la Alpujarra, vendiendo lo que fabricaba con esfuerzo y dedicación. Después llegó su abuelo para mantener viva la tradición y su padre cogió el testigo en 1992. Chari y Pedro fueron entrando en el negocio cuando la edad se lo permitió y hoy son la cabeza visible de esta carismática casa de dulces.
Ella, la tercera de cuatro hermanos, se encarga de la elaboración; él, el más pequeño, lleva la distribución y el gracejo y don de gente que ha de tener alguien que trabaja frente al público. “Llevamos haciendo el mismo recorrido de ferias por Granada y Almería más de sesenta años. Laujar, Fuente Victoria, Paterna, Vícar, Adra... son pueblos en los que estamos habitualmente y donde ya nos conocen”, dice orgulloso: “Tenemos una clientela fija en un 80% y el 20% de los nuevos que prueban nuestro turrón, boniatos o soplillos, repite”.
El catálogo de dulces es amplio y, sobre todo, delicioso. Turrón, boniatos, calabaza confitada, yemas, bizcochos, roscos de AOVE... Además, elaborados con materia prima de la tierra: almendra del altiplano granadino y aceite y miel de Tabernas. “Se nota que los productos son caseros y que seguimos una receta tradicional. La miel, por ejemplo, es natural y el sabor y la textura que da marca la diferencia”. Luego los gustos del consumidor ya van por barrios. En este caso, por pueblos: “En Laujar triunfan las medias lunas y en Adra los bizcochos y los boniatos. Pero lo que más vendo, sin duda, es el turrón”, tanto por su dulzor como por ver a Pedro martillo y cuña en mano.
Él lo ha dicho, el turrón, sin duda, es el producto estrella. Por el que más son conocidos y por el que le pregunta en cada feria. Bueno, y de un tiempo a esta parte, lo que primero se agota cuando le da por abrir la página web. “Somos una empresa pequeña, creo que la base del éxito es producir poca cantidad, pero de mucha calidad. Antes teníamos unos 50 pedidos al año, ahora son más de 300 cada vez que pongo productos a la venta”.
La buena mano de su hermana Chari con el horno, la paleta y la bandeja, se nota. “La elaboración del turrón es larga, nos lleva entre diez y doce horas, y a base de prueba y error, hemos conseguido el punto exacto del almíbar. Hemos tenido el mejor maestro, sin duda, que es mi padre”, recuerda con una lagrimilla escapándosele de los ojos. El maestro siempre será el maestro.
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