Sandías ‘on the road’: la venta ambulante inunda en plena campaña las carreteras de Almería

Agricultura

Los puestos efímeros en las orillas de las carreteras es una actividad ilícita a través de la que se puede obtener el producto a precios más económicos que en el mercado

Almería recoge las primeras cerezas de la campaña: así es un día en un cultivo

Puesto de sandías ambulantes en la orilla de la carretera.
Puesto de sandías ambulantes en la orilla de la carretera. / Marian León

Las exquisitas sandías que se cultivan en los invernaderos de Almería llegan a los mercados de todo el mundo, donde se pueden adquirir, en muchas ocasiones a ‘precio de oro’. Sin embargo, a pocos metros de donde crecen y se forman estos frutos, existe uno de los negocios más extendidos durante la campaña: la venta ambulante.

Las orillas de las carreteras almerienses están plagadas, una vez que comienza la campaña y durante varios meses, de comerciantes que se colocan estratégicamente en diferentes puntos de la provincia con decenas de sandías apiladas. Y las venden a muy buen precio.

La rotonda del acceso a la Autovía del Mediterráneo desde el puerto de Almería, en dirección Málaga, es uno de los lugares más cotizados para el negocio. Allí, desde primera hora de la mañana se encuentran decenas de sandías bien dispuestas sobre una mesa, y a su lado, Antonio, bajo una sombrilla y cerca de su coche donde guarda y transporta los productos que vende a todo aquel que se para expresamente deseando degustar una de sus sandías.

El joven lleva en el mundo de la venta ambulante toda su vida, y pertenece a una familia de vendedores que se encuentra repartida diariamente por toda la provincia almeriense. “Llevo en este negocio desde pequeño, mi padre se dedicaba a esto desde que yo era un bebé, y ahora toda la familia trabajamos en la venta ambulante”, explica.

Esta familia de comerciantes, ponen sus puestos en casi todas las carreteras secundarias, desde Garrucha a Mojácar, Turre, Benahadux, o Gádor. “Donde más venta hay es en la zona del Levante, ya que ahora con la llegada de turistas hay mucho tráfico y conseguimos aumentar bastante la venta”. Hasta allí, llevan sus sandías a un precio bastante más bajo del que se puede encontrar en el mercado.

La compra de estas frutas, con los pies puestos prácticamente sobre el asfalto, comienza por la elección de la pieza. El cliente tiene la oportunidad de elegir si quiere que sea más grande o más pequeña, antes de que el vendedor coloque la sandía encima de la báscula. El precio, bastante más económico de lo que se encuentra en el supermercado a estas alturas de mitad de campaña, a 1,50 euros el kilo. En total, seis euros redondeados por una pieza de sandía que pesa algo más de cuatro kilos. En el supermercado, el kilo no baja de los dos euros.

Para poder vender a este precio tan bajo, Antonio adquiere la sandía mediante subasta. “La sandía es exactamente la misma que puedes encontrar en el supermercado pero nosotros le incrementamos mucho menos el precio porque no tenemos que añadirle los insumos para cubrir el alquiler de local o gastos de personal”, detalla.

En cambio, otros se las apañan para comprar las sandías directamente al agricultor, después de que éste recoja las de mayor calidad, que vende en las alhóndigas. “Viene alguien y te dice: te doy tanto dinero por las que quedan en el invernadero, y así cerramos el trato”, destaca uno de los agricultores nijareños, que prefiere mantenerse en el anonimato. Ambos salen ganando.

En cuanto a la venta, también hay quienes prefieren vender sus sandías a un precio cerrado por pieza. “Las más pequeñas van a cinco euros y las grandes, de 12 kilos, a 10”, comenta José a quienes se le acercan mientras les muestra el género en el maletero de su coche, situado en la entrada del municipio de Canjáyar.

Por lo general, quienes se dedican a este negocio, son comerciantes que compran la sandía a un precio más bajo para venderla más económica. Pero, en ocasiones, también son los propios agricultores quienes llevan sus productos a las orillas de las carreteras para darles salida tras una mala campaña en cuanto a precios. “Un año tuve que ponerme a vender las sandías en la carretera porque después de todo el esfuerzo que conlleva cultivarlas, el precio al que nos las pagaban no daba ni para cubrir los gastos y necesitaba recuperar lo que pudiera”, apunta uno de los agricultores.

El negocio, se trata de una actividad ilícita, pero bien acogida por todos quienes la conocen. “Jamás hemos tenido problemas con la policía, y ellos nos ven igual que nos has visto tú. Respetan que estemos ganándonos la vida como podemos, y si nos llaman la atención, nosotros respetamos su trabajo, desmontamos el chiringuito, y nos trasladamos a otro lugar”, concluye uno de los vendedores.

En definitiva, una alternativa de venta que a más de uno ha sacado de un apuro en alguna ocasión, cuando apetece sandía fresca en pleno verano y encuentras a tu paso uno de estos puestos efímeros en las que pagar poco por una de ellas.

COAG advierte sobre la necesidad de controles sanitarios

Esta actividad comercial, ha funcionado durante toda la vida, aunque con diversas opiniones sobre ella al tratarse de un negocio ilegal. Desde la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), la postura es clara: no se oponen a la venta ambulante de productos agrícolas como la sandía, siempre que se garantice la seguridad alimentaria del consumidor. “El problema no es tanto la venta en sí como los controles del producto, si se hacen y de qué manera se plantean”, señalan desde la organización. En este sentido, COAG subraya que cualquier canal de comercialización debe estar sujeto a mecanismos de vigilancia, similares a los exigidos en fruterías o supermercados.

La principal preocupación radica en el vacío legal que se genera cuando estos productos se venden sin etiquetado, sin información sobre su procedencia o sin garantías sobre las condiciones de manipulación. “No es lógico que el comprador no sepa de dónde procede ese producto ni bajo qué contextos ha llegado hasta sus manos”, advierten. Esta falta de trazabilidad puede suponer un riesgo sanitario y una competencia desleal frente a quienes cumplen con todas las normativas.

También son muchos los agricultores que recurren a esta venta directa como un último recurso ante el hundimiento de precios en origen, por lo que la situación es entendible. No obstante, es necesario hacer un llamamiento a las autoridades para que se regule esta actividad de forma que se proteja tanto al productor como al consumidor.

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