Las semillas 'made in Almería' buscan su propio vivero
El banco de germoplasma firmará un convenio con BioAlpujarra para multiplicar simiente y busca aliarse con el ADR Alpujarra
No hace demasiados años la única manera de cultivar hortalizas era aprovechar la simiente de los frutos secándolos al sol y guardándolos para el año sucesivo. Los agricultores se afanaban en la meticulosa tarea de extraer las semillas de sus mejores piezas, lavándolas con cuidado y conservándolas en pequeños tarros. Era su granero particular, el que les aseguraba que la despensa estaría llena meses después. En aquel entonces no podían pensar que con su labor estaban contribuyendo al desarrollo de las especies autóctonas. Solo pensaban en la manera de repetir las mejores 'añadas'.
La profesionalización paulatina del sector hortofrutícola y la llegada de los semilleros apartó del mapa esta antigua usanza de la que hoy solo quedan pequeños reductos en pueblos de la Alpujarra. Un puñado de agricultores tradicionales que, junto con la asociación andaluza para el desarrollo de la agroecología en La Alpujarra-Sierra Nevada, BioAlpujarra, contribuyen a perpetuar las raíces más auténticas de la profesión con el ejercicio del día a día.
El profesor de la Universidad de Almería (UAL), Manuel Jamilena, lleva años trabajando en un proyecto que pretende conservar las variedades autóctonas de la provincia. En 2004 impulsó un proyecto del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA) en el que colaboraba la Universidad Politécnica de Valencia para multiplicar semillas.
En 2007 dio un paso más allá. El INIA le aprobó un proyecto de Recursos Fitogenéticos para recolectar, multiplicar y conservar semillas. Ya no había necesidad de enviar la simiente a Valencia, crearon un banco que hoy ejerce de guardián de la biodiversidad muy cerca del campus, dentro de la Finca Experimental de la Fundación UAL-Anecoop. Allí, en cámaras frigoríficas, reposan unas 2.000 semillas de pepino, calabacín, tomate, melón, sandía... muchas de ellas made in Almería, otras procedentes de distintas p artes de España y de otros países como Francia, Israel, Alemania o República Checa. "El 60% son de calabacín, el 20% de tomate y el resto de otras hortalizas", detalla el responsable del proyecto.
Para recolectar el germoplasma autóctono se recurre a los agricultores de la provincia. Se evalúa la semilla en campo, se realiza una entrevista con el productor para conocer la mayor información posible de la variedad y se toman fotos de la plantación, la semilla y el fruto. "Tenemos el conocimiento y necesitamos transmitirlo, si no no tiene sentido".
Parte de la labor del Grupo de Mejora Vegetal consiste, además, en autofecundar plantas y mejorar líneas de producto. Como los agricultores alpujarreños, también deben someter la simiente al mismo proceso de lavado y secado antes de guardarla en las cámaras frigoríficas. Recogen la materia prima 60 días después de la polinización. Aquí todo es mucho más aséptico y los tiempos más marcados que en el campo. La temperatura de las cámaras es constante, a unos cuatro grados centígrados, evita que las semillas "sufran".
En sus recipientes pueden 'vivir' en letargo cinco o seis años. Pasado ese tiempo se hacen pruebas de germinación para determinar si siguen conservando las mismas cualidades. "Si germina el 50% valen, y podemos guardarlas algún tiempo más. Si no, hay que cultivarlas para multiplicarlas y que no se pierdan".
La falta de unas instalaciones más grandes y un mayor número de personal específico ha llevado a Jamilena a buscar 'aliados' en su apuesta por la conservación de especies. Próximamente el Grupo de Mejora Genética de la UAL firmará un convenio con BioAlpujarra para que la asociación se ocupe de cultivar y multiplicar las semillas del banco de germoplasma en sus extensiones ecológicas.
Para ello necesitarán un vivero, y ya están buscando financiación para impulsarlo. Se ha iniciado el diálogo con el presidente de la Asociación para la Promoción Económica y el Desarrollo Rural (ADR) de la Alpujarra-Sierra Nevada, Antonio Oliva, y la inversión que haría falta es de unos 300.000 euros, explica Jamilena. Sus beneficios serían aún mayores. "Podría ser el germen de una empresa de desarrollo rural", con todo lo que conlleva a nivel económico y de generación de empleo para la comarca.
Otro de los proyectos que tiene el grupo de investigación en cartera es el estudio de una población de 5.000 'mutantes' de calabacín. Aunque se suele asociar esta palabra a ideas que poco o nada tienen que ver con la ecología, el significado real del término es "cualquier variación que aparece en el material genético". Entre los objetivos que persigue Jamilena está el encontrar y desarrollar la mutación que permite que los frutos del calabación crezcan sin polinización previa. De este modo se podrían generar frutos sin necesidad de aplicar hormonas, como se viene haciendo actualmente, y las técnicas agrícolas serían aún más sostenibles.
El nombre científico de esta mutación es partenocarpo, y se da de manera natural, aunque raras veces, en el mundo natural. Para desarrollar la investigación el grupo cuenta con la colaboración de Enza Zaden.
Ya de cara al año que viene se establecerá un convenio con Cajamar para impulsar un proyecto de polinización de calabacín. "Hemos desarrollado un material muy masculino, con muchas flores macho. Estas plantas actúan de polinizadoras en los espacios muertos del invernadero".
También en la línea del calabacín se trabaja para mejorar la potecosecha y con ello la cuarta gama. En este caso se estudian qué variedades son más tolerantes a la frigoconservación, evaluando el deterioro de las muestras a distintas temperaturas.
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