Así es la vida de los feriantes de Almería: "Te tiene que gustar"

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Van de fiesta en fiesta llenando de alegría a sus clientes, aunque es un trabajo sacrificado, con largas jornadas y muchos días fuera de casa

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Las patatas asadas son un imperdible.
Las patatas asadas son un imperdible. / Macarena González

En verano no paran. Cuando el mundo para, ellos multiplican horas. Son currantes de la diversión ajena, trabajadores de la ilusión. Van de feria en feria con el negocio a cuestas. Duermen en explanadas cuando la marcha se ha acabado, por la mañana, cuando el sol acecha. Es sacrificado, duro, pero les encanta. Son feriantes, y, aunque están presentes en cada una de las fiestas que se cuentan en periódicos como este, no siempre hablan en los medios.

Nadie en la familia de Mari Ángeles se había dedicado a la feria antes que ella. Abrió camino junto a su marido. Viven en la Alpujarra, pero en la parte granadina, aunque se conocen los pueblos de la orilla del Andarax como pocos. Empezaron con una empresa de alquiler de atracciones, “que no había en nuestra zona” y se fueron expandiendo. Colchonetas, hinchables, tómbolas, el barco vikingo... son algunas de las que ella tiene. “No ponemos todas a funcionar a la vez, se pone según la necesidad”, aclara. Sus tres remolques calientan motores cada vez que llega el fin de semana.

Empezaron dedicándose a este negocio solo ellos, pero tuvieron que ampliar el negocio. Si desde fuera puede parecerlo, Mari Ángeles confirma los presagios. Es duro. “Es un trabajo sacrificado, de muchas horas. Vives siempre fuera con la maleta a cuesta y durmiendo en caravanas”, recuerda. Pero ella no quiere dejarlo, le gusta. No para de hablar de la familia que se crea con los feriantes, de la ilusión de los más pequeños.

Paco El Tiznao disfruta por donde pasa.
Paco El Tiznao disfruta por donde pasa. / Macarena González

Es lo mismo que destaca Paco, a quien se le conoce mejor como ‘El Tiznao’, el nombre de su puesto. Lleva treinta años, toda una vida, vendiendo y conociendo a la gente de la provincia. Él no para. En verano, durante cuatro meses, se recorre la Alpujarra de fiesta en fiesta con su puesto de patatas asadas. Cuando acaba la temporada, se va al Poniente a vender castañas.

A la feria llegó por el azar. Empezó en una churrería y de ahí pasó a la plaza de los Burros, frente al histórico Cine Asensio. Cuando ya no pudo seguir vendiendo en la capital, se marchó a la Alpujarra y se convirtió en feriante. “Es muy dura la feria, te tiene que gustar”, cuenta. A él le encanta. “Yo no puedo estar un año sin salir, cuando no vas la echas de menos”, asegura. Y es que le tiene cariño a quienes pueblan estas festividades. El aprecio es mutuo, pues su empresa ha llegado a ser homenajeada con el mayor obsequio que le pueden entregar los vecinos de Huécija, el desfile de carrozas de cada año, que se celebran aprovechando las fiestas patronales.

Puesto de Mari Ángeles.
Puesto de Mari Ángeles. / D.A.

Su jornada la tiene muy clara cada vez que va a una feria. “Empezamos a las nueve de la noche hasta las cuatro de la madrugada, que es cuando cierro”, explica. No habrá entonces “vamos anca Paco ‘ElTiznao’” que valga. “Todo el mundo lo sabe, yo a la hora de los botellones no me quedo”, dice. En otoño, cuando las noches empiezan a ser heladoras en el interior, cambia de horario y se pasa al tardeo con el indescriptible olor y sabor de las castañas. “Me puedo quedar charlando hasta las nueve o las diez de la noche con la gente, me encanta”, recalca.

Él nunca se ha planteado cambiar de vida. Está muy agusto y tiene que sacar adelante a su familia. No se le ocurre mejor lugar que la feria. Y si tiene que elegir, él no duda. “La feria que más me gusta es la de Dalías con el Cristo de la Luz. Me entra mucha alegría”, defiende. Espera este periodista no haber roto algún corazón al revelar la feria de tan insigne feriante.

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