La colmena

Magdalena Trillo

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¿Qué pasa en Granada con tanto terremoto?

Atarfe y Santa Fe, en el epicentro de los terremotos de este 2021.

Atarfe y Santa Fe, en el epicentro de los terremotos de este 2021. / E. P.

Dormir es de cobardes... La consigna de resistencia de los seguidores de la NBA bien podría aplicarse a las noches de sobresaltos, por momentos de pánico, con que en Granada hemos estrenado 2021; un año que empieza a hacer bueno ese oscuro 2020 que tantas ganas teníamos de enterrar cumpliendo el dicho de que todo es susceptible de empeorar.

Los datos concretos de las sacudidas y los análisis de los expertos los tienen; y el miedo metido en el cuerpo, también. Resulta difícil, además, superar el ingenio de los memes y comentarios que han volado estos días por las redes sociales. Las autoridades nos pedían calma y, una vez más, no ha habido mejor válvula de escape, no hay nada más serio, que el humor.

Sin poder saber cuántas noches toledanas nos esperan, cuántos meneos nos mantendrán en vilo las próximas semanas, son varias las cuestiones para la reflexión y las lecciones (constructivas) que podríamos apuntar a partir de la actividad sísmica que ya ha dibujado un auténtico enjambre de alertas sobre la Vega de Granada.

Se ha actuado con responsabilidad, con agilidad y hasta con eficiencia. Admitámoslo, no es lo normal. Las instituciones han cooperado, los equipos técnicos se han desplegado y se han fijado espacios de atención e información a los vecinos. No estamos acostumbrados a que las administraciones funcionen. Ni a que los políticos estén más preocupados por ser útiles que por la foto. De la actuación ejemplar en los ayuntamientos más afectados a la solvente respuesta de la Diputación y la red de apoyo de la Junta.

Una implicación que ha empezado desde abajo, desde la gente. Antes de que los grandes medios se hicieran eco de cómo temblaba la tierra en Granada, fuimos los medios locales y los granadinos desde Twitter los que informamos de madrugada, al minuto, de lo que estaba ocurriendo. Y con rigor. Desmontando bulos (no, el Veleta no ha crecido) y compartiendo buena información; profesional y oficial. Con vídeos e imágenes que volvían a demostrar la fuerza de la colaboración ciudadana y con la transparencia y actualización inmediata del Instituto Geográfico Nacional, del que nos hemos hecho seguidores.

Todos sabemos que vivimos en una zona altamente sísmica. De las fallas de la Vega de Granada, con Santa Fe, Chauchina y Atarfe en esta ocasión como puntos calientes, hasta la zona de Padul y Dúrcal -en dirección hacia el Mar de Alborán y hacia Almería, Murcia, Levante y Mallorca- con los trágicos terremotos de Alhucemas (2004) y Lorca (2011) en la memoria más reciente. Son un fenómeno tan habitual y corriente como cualquier otro de la naturaleza y, aunque nos olvidemos de que el riesgo está ahí, se suceden a lo largo del tiempo con episodios históricos como la oleada de terremotos que todos nuestros mayores recuerdan del verano de 1979 y el fuerte seísmo que se registró en Atarfe y Albolote el 19 de abril de 1956 (en la web del Instituto Andaluz de Geofísica está colgado el NO-DO con la visita de Franco y las imágenes de los terribles daños que causó).

Cada región tiene sus peculiaridades y sus riesgos. Si analizamos la sismicidad mundial, se produce un terremoto cada medio minuto, aunque la mayoría de ellos pasan inadvetidos. Las zonas rojas son las orillas del Mediterráneo, las riberas del Pacífico, Oriente Medio, la India, China y el Caribe. Frente a países como Chile y Japón, donde son especialmente peligrosos con magnitudes de más de 9 grados en la escala Richter, la colisión de las placas euroasiática y africana (Nubia) que nos afecta a nosotros se caracteriza por intensidades medias con mucho menor impacto, si bien son más superficiales y se dejan sentir más.

La acción del hombre, por supuesto, también tiene que ver. Por los planes antisísmicos de nuestras ciudades y por las propias normativas de construcción de edificios. En Granada, lo hemos recordado estos días, se ha avanzado a pasos de gigante en este campo y es evidente el impacto que tiene cuando se analizan los daños estructurales en barrios con construcciones más antiguas como Chana y Zaidín.

¿Se pueden predecir? Los expertos nos dicen que no, pero también nos advierten de que se podría hacer mucho más. Lo hemos visto con las vacunas del Covid (¿diez años o un año para desarrollarlas?) y los terremotos no son ninguna excepción: los recursos importan. El subdirector del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra (UGR) lo ha dicho bien claro en una entrevista: se necesita financiación en medios humanos y materiales. "En ciencia, hay que medir y medir. Y medir cada vez mejor, con mayor precisión, con mejor fiabilidad. De eso depende que conozcamos con más detalle nuestras fallas, sus movimientos, su energía acumulada, podamos predecir los riesgos, creemos modernos protocolos de protección y planes de alerta temprana, y que los ciudadanos sepan qué hacer antes de echarse a la calle".

Poco más se puede añadir... Ni el avance de la ciencia ni el de la tecnología se puede hacer a coste cero. Y tan clave resulta para la gestión inmediata y los análisis posteriores como para la prevención. Incluso si nos enfrentamos a algo tan imprevisible como la naturaleza. El asunto de fondo no varía demasiado del debate que aún no hemos cerrado sobre la gestión de la pandemia: cuando los recursos son escasos, la única vía es fijar prioridades. Y la pregunta sin respuesta de este artículo es la prueba más evidente: ¿Qué pasa en Granada con tanto terremoto? Pues no lo sabemos con absoluta certeza. Como no sabemos si es un episodio normal o tienen algo que ver factores como el cambio climático. Hay un histórico, hay un conocimiento científico de base, pero hay un enorme margen de investigación y de preguntas sin respuesta ante un organismo vivo y en movimiento como la Tierra.

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