La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

De soplapollas y otras lindezas

Deberíamos agradecer el ataque de sinceridad de Pérez y Miralles: éste es el gobierno que pudo ser y así será hasta 2023

Soplapollas. Adjetivo malsonante referido a una "persona tonta o estúpida". El diccionario de la RAE nos sugiere un término relacionado en un tono más coloquial: "soplagaitas". Y nos recomienda diferenciarlo de "gilipollas": seguimos pensando que es un "estúpido" pero damos un paso más con la idea de "necio", de alguien ignorante, terco y con falta de razón. El origen del término, en todas sus ramificaciones, no lleva equívoco: "gili", derivación de la voz árabe "gihil", ampliamente utilizada por los musulmanes españoles para arremeter contra los "tontos" y los "bobos" que ya prodigaban en Al-Andalus.

"Imbécil" viene a redundar en estas acepciones: insulto hacia alguien "tonto" o con "falta de inteligencia". Con "cabrón" nos referimos a una persona "molesta" (también se puede aplicar a cosas y animales) y, en el caso de "minusválido", profundizamos en la riqueza semántica de nuestro idioma para ofender y provocar: se aplica con sentido despectivo a quien "tiene una capacidad intelectual notablemente inferior a la considerada normal". Por último, "hijo de puta" no aparece como término independiente en el DRAE, aunque sí "hijoputa" y también conjugado a partir de "hijo" con un sentido muy preciso: "mala persona".

No tenemos que recurrir a la nueva edición del Diccionario de la RAE que la Academia de la Lengua presentó hace unos días en Sevilla, la que incorpora 1.100 nuevas acepciones e introduce términos como "zasca", "capillita" o "casoplón", para diseccionar lo que este viernes ocurrió en el Salón de Plenos de la capital y comprobar la versatilidad del español. El inglés tiene decenas de términos para referirse al clima y nosotros, para enfangarnos en insultos. De lo más chabacano a lo más exquisito. En sede parlamentaria o en la barra del bar.

Poco importa quién empezó y quién terminó. Pudo haber sido la anécdota del pleno pero fue el titular. La razón es muy sencilla: Sebastián Pérez (PP) y Onofre Miralles (Vox) se dijeron en voz alta, y poco faltó para que llegaran a las manos, lo que realmente opinan uno de otro, demostraron el aprecio que toda Granada sabe que se tienen y evidenciaron la frustración que día a día se vive en la Plaza del Carmen.

No gobierna el PSOE porque los partidos de derechas fueron capaces de pactar en Madrid un 'tripartito patriótico' para la investidura de Luis Salvador; es decir, para evitar a toda costa que siguiera de alcalde Paco Cuenca. Oficialmente se ha configurado como un bipartito -a Vox le va realmente bien en las urnas como partido antisistema sin responsabilidades de gobierno- y, en la práctica, depende de quién es quién. No es una cuestión de partidos sino de personas.

En las redes, Twitter se convirtió el viernes en un altavoz del "soplapollas" del líder provincial del PP. La lectura inmediata era obvia (y además merecida): el "nivelón" de la política local. Sin embargo, con un poco de sentido crítico y de perspectiva, casi que deberíamos agradecer este ataque de sinceridad. Mejor sin caretas; mejor sin postureo.

Tras las Municipales del 26 de mayo, el pacto de Madrid entre Pablo Casado (PP) y Fran Hervías (Cs) fue el que pudo ser: Granada cayó en la negociación porque Sebastián Pérez nunca sería alcalde; no con el apoyo de Vox. Pudo haberse negociado un alcalde del PP pero no dar el bastón de mando al presidente provincial. Y eso fue en julio y lo es ahora al margen del resultado de las generales del 10-N. Nada cambia porque haya ganado el PP en la capital. De nuevo, no son los partidos; son las personas.

El momento "soplapollas" tal vez haya sido hasta necesario. Granada tiene el gobierno que pudo ser y así será hasta que vuelvan a abrirse las urnas en 2023. Dejémonos de aspavientos , de reprobaciones sin recorrido y de espejismos. Asumamos que se terminó el tiempo efectista de la política y llegó el de la gestión. Esta misma semana hemos sabido que nos van a subir el IBI y que nos cobrarán más por morirnos; que no tendremos que sufrir más la reposición de películas del Retroback con una Granada que mira al pujante mundo de las series. Son sólo dos ejemplos. ¿Hablamos de ellos o hablamos de todos?

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