Cabaret Festival

Te asomas a la ventana de la nostalgia

  • Más de 2000 personas acudieron al espectáculo “Yo fui a EGB”, el cual se dio cita en Cabaret Festival

Los Manolos, en su actuación en 'Yo fui a EGB'.

Los Manolos, en su actuación en 'Yo fui a EGB'. / Juan Carlos Vázquez

 

Eran las seis y algo de una tarde de septiembre. Pero el tiempo quedó suspendido. Al menos el tiempo presente, pues a Mairena del Aljarafe, a su Cabaret Festival, llegó el espectáculo Yo fui a EGB, en el que germinó la nostalgia de un pasado reciente a través de grupos y artistas de los años setenta y ochenta. Los Manolos, Sabrina, Vicky Larraz, Boney M., la Orquesta Mondragón, Tennessee, Nacha Pop, La Frontera, La Guardia, Tam Tam Go! Durante las horas de este festival -festival dentro de un festival, como el tiempo que se hallaba dentro de un tiempo- fuimos esos niños que volvían del colegio para hacer deberes, en una España que se estaba haciendo. Un país prácticamente adolescente. Y como todos los adolescentes: efusivo, rupturista, ingenuo, idealista y distinto.

Los primeros en aparecer en escena fueron Los Manolos, quienes acudieron a esta atracción del baúl de los recuerdos con ritmos rumbosos, que marcaron el rumbo, claro, de la tarde y de la noche. El muerto vivo, Amigos para siempre, y una fiesta que empieza en un culmen. En un clímax de celebración. Pocas veces vimos algo así. Sin anestesia, como suele decirse.

El ambientillo, la media de edad, iba con el medio siglo ya cumplido (un poco como aquel célebre título de las memorias de González Ruano). Mujeres y hombres nacidos en los últimos años del franquismo, recuerdos de largos veranos en un piso de Rota (abuela, tíos y primos), la Mirinda, el gol de Señor, pastelito de Pantera Rosa. En fin, esas historias. Y sobre el escenario, un divertidísimo speaker que pinchaba canciones de Alaska, Los Secretos, Queen, Mecano. Sombra aquí, sombra allá. En el show se visitaba el lugar común de la memoria. Es decir, ese lugar al que acudimos cuando no nos queda ya sitio al que acudir. Cuando nada de lo que tenemos nos dice, nos llena.

Sevilla fue ayer de nuevo a la EGB, sí. Y el espectáculo aprobó, en este mes de septiembre, con nota. Aunque el resultado, paradójicamente, fuese para repetir.

Terminó el breve recital por los mitos ochenteros cuando en el escenario apareció Tam Tam Go! y, sin demora, sonó su tema más popular: Atrapados en la red. Con su lenguaje del primer Internet, ese que era incompatible con la red del teléfono. Pantallas de ordenador aún cuadradas, Windows 98, enciclopedia Encarta, videojuegos de las películas de moda en CD-ROM y los niños de la casa dibujando en Paint. El grupo siguió con diferentes temas de su carrera y desveló su relación con Sevilla. Nacho Campillo -vocalista y líder de la banda- es descendiente del literato Narciso Campillo, quien tiene una calle muy próxima a la plaza de la Maestranza. "Tenemos mucha relación con Sevilla. La calle Narciso Campillo… esa calle es nuestra, de nuestra familia”, dijo el compositor.

La temperatura de la tarde tomaba un registro más agradable en el Centro Hípico de Mairena del Aljarafe y el sol se tostaba en su propia luz, con un tono, en estos instantes, de fin de día en la playa. Mucha familia -carritos de niños también- pasaba las horas entre los quioscos aledaños a la pista. Una escena costumbrista de nuestra época. Cuadro de Gonzalo Bilbao o de Jiménez Aranda, pero entre stories de Instagram o fotos compartidas en el grupo de WhatsApp.

El público entusiasta del Cabaret Festival. El público entusiasta del Cabaret Festival.

El público entusiasta del Cabaret Festival. / Juan Carlos Vázquez

Avanzaba el show y no decaía la escena. Menos aún cuando apareció le tocó el turno a La Guardia. Reminiscencias del rock de siempre. Batería, ritmos acelerados. “Un poquito de gasoil”, apuntaba el vocalista para animar a un público que no necesitaba demasiada animación. La sombra ocupaba entonces casi todas las gradas del recinto. Sin embargo, nada daba la sensación de apagarse. Todo lo contrario. Palmas al compás con Mil calles llevan hacia ti. Brazos de un lado a otro con Donde nace el río. “Donde nace el río te esperé. / Donde nace el río yo te amé. / Y esa flor que un día te dejé. / Donde nace el río hoy la encontraré”, coreaban por aquí y por allá. Apoteosis con El mundo tras el cristal y con Cuando brille el sol. Despedida del grupo por todo lo alto.

En Cabaret Festival disfrutaron los hijos, los padres y también los abuelos.

Esta tarde de “recuerdos y sensaciones”, tal como la definió el speaker-presentador, continuó con imágenes del programa Un, dos, tres, responda otra vez –con sus premios, un apartamento en Torrevieja o un coche, los lujos de una clase media hoy irreconocible- y con la majestuosa aparición de la gran Sabrina. Hora de los sonidos tecno, de la fiesta electrónica, del futurismo, de la discoteca ochentera. Fuerza y carisma derrochaba la artista, e imposible no sumarse a esta cascada de ritmos festivos. La tarde se iba mudando hacia la noche. Y de noche se entonaba, por supuesto, el concierto. De noche que pedía bola de espejos e indumentaria con amplio pantalón de campana. La cantante italiana desprendía ese magnetismo reservado para los virtuosos del escenario. Para los grandes, vaya. Primeras pantallas de los móviles encendidas. El padre y madre de familia regresaban a aquel lugar en el que se conocieron. No sabemos si cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero el que se vivió en fiestas con canciones de Sabrina, seguro que sí lo fue.

En Cabaret Festival disfrutaron los hijos, los padres y también los abuelos. Concierto intergeneracional, palabra esta horrible, como tantas cosas de nuestro tiempo presente. Es lo bueno que tiene la nostalgia, o la recreación del tiempo pasado: aquí la cultura -es decir, el retrato de una época- viene ya depurada con lo mejor de cada casa. Con aquello que quedó para hoy, para ayer y para siempre. Nos ahorramos lo prescindible, y nos quedamos con lo sublime y lo memorable. 

Sevilla fue ayer de nuevo a la EGB, sí. Y el espectáculo aprobó, en este mes de septiembre, con nota. Aunque el resultado, paradójicamente, fuese para repetir.

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