Mujer de agua
El deshielo del Ártico revela una "fábrica oculta" de nitrógeno que podría reactivar la vida marina
Un estudio internacional liderado por la Universidad de Copenhague descubre que la fijación de nitrógeno ocurre bajo el hielo marino del Ártico, lo que alimentaría a las algas y aumentaría la absorción de CO₂
La pérdida de hielo marino en el océano Ártico es uno de los síntomas más visibles de la crisis climática. Sin embargo, nuevas observaciones apuntan a un efecto inesperado: el deshielo podría estar reforzando el "motor" de las cadenas alimentarias polares. Un equipo internacional ha demostrado por primera vez que bacterias no cianobacterias fijan nitrógeno —convirtiendo el N₂ disuelto en amonio— bajo el hielo, incluso en el Ártico central. Ese amonio nutre a las bacterias y, sobre todo, a las algas, primera pieza de un engranaje del que dependen crustáceos, peces y, en última instancia, mamíferos marinos y aves.
Hasta ahora se asumía que la fijación de nitrógeno no podía darse en ambientes helados por sus condiciones extremas. “Nos equivocábamos”, resume Lisa W. von Friesen, autora principal del trabajo. El hallazgo cambia el mapa de nutrientes en una cuenca donde el nitrógeno limita la productividad, y sugiere que hemos subestimado tanto el aporte actual como el futuro de este elemento clave a medida que el hielo retrocede.
Las tasas más altas de fijación se registraron en el borde del hielo, zonas de fusión activa que se expanden con el calentamiento. Si esa “franja” crece, también lo haría el suministro de nitrógeno disponible para el fitoplancton. En términos ecológicos, más algas implican más alimento para los crustáceos planctónicos, que a su vez sostienen a peces y otros niveles tróficos. En términos climáticos, una mayor biomasa algal podría capturar más CO₂ y transferirlo a las profundidades cuando esa materia orgánica se hunde, funcionando como un sumidero biológico.
La noticia, no obstante, llega con cautelas. “Los sistemas marinos son complejos y pueden coexistir mecanismos que compensen este efecto”, advierte Lasse Riemann, coautor del estudio. Por ello, el equipo pide incluir la fijación de nitrógeno en los modelos que proyectan el futuro del océano Ártico: ignorarla podría sesgar las predicciones sobre productividad y balance de carbono en una de las regiones más sensibles del planeta.
El trabajo, revisado por pares y publicado en Communications Earth & Environment, se apoya en datos de dos expediciones científicas con los buques IB Oden y RV Polarstern, con mediciones en 13 puntos del Ártico central, el noreste de Groenlandia y al norte de Svalbard. En él participan equipos de Dinamarca, Suecia, Alemania, Francia y Reino Unido. Más allá del titular llamativo, su mensaje de fondo es claro: mientras el cambio climático empuja al Ártico a un nuevo estado, procesos microbianos invisibles están reconfigurando quién come qué y cómo respira el océano. Comprenderlos es clave para anticipar el futuro de la vida —y del CO₂— en el Alto Norte.
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