En recuerdo de un genial pintor El artista Carlos Pradal tuvo una especial vinculación con el flamenco y la Peña El Taranto

Almería recordará a Carlos Pradal a los 20 años de su muerte

  • Se están preparando una serie de actividades, donde se incluye una exposición del pintor que vivió en Francia

El 30 de noviembre se cumplen 20 años de la muerte de Carlos Pradal Rodríguez. Sin duda, se trata de uno de los pintores más importantes que ha tenido Almería en el siglo XX. Aunque nació en Madrid, el 17 de febrero de 1932, su familia era de Almería y pasó largas temporadas en esta tierra donde contaba con un gran grupo de amigos.

Para recordar la figura de Carlos Pradal, el Instituto de Estudios Almerienses se encuentra ultimando una serie de actividades para recordar al artista. Aunque todavía no se ha cerrado el programa, lo cierto es que se pretende hacer una gran exposición con la obra de Pradal, aparte de un ciclo de conferencias que traten sobre su vida y su obra.

Pradal era el quinto hijo de una familia de origen almeriense afincada en la capital de España. Su padre Gabriel Pradal, almeriense, estudió arquitectura y llegó a ser arquitecto municipal de Madrid, manteniendo siempre los lazos con Almería por donde sería elegido diputado socialista en 1931 y 1936. Su madre Mercedes Rodríguez, inteligente y cultivada, comparte las ideas políticas de su marido, transmitiéndolas a sus hijos.

La infancia de Carlos y sus hermanos se desarrolló entre Madrid y Almería. Al estallar la guerra en el verano de 1936, la familia Pradal se encontraba en Rioja (Almería). Su padre tomó las armas en el bando republicano, sus hijos mayores fueron enviados a estudiar a París, y Mercedes y sus tres hijos menores permanecieron en Rioja hasta la derrota republicana, es entonces cuando embarcan en Alicante en un barco inglés rumbo a Argelia, desembarcando en el puerto de Orán, donde serán agrupados junto a otros refugiados en el campo de Carnot.

Tras meses de internamiento en este campo, consiguieron llegar a Francia y reunirse con el resto de la familia en Port-Vendres. La llegada de los Pradal a Toulouse se produjo en julio de 1939, en su condición de intelectuales refugiados recibieron un pequeño alojamiento.

La infancia de Carlos Pradal estuvo marcada por la penuria económica y por todos los factores de su condición de exiliado. Sus años de escuela pasan sin gran interés por asistir a las clases, aunque con una inclinación por el dibujo. Entre la escuela, el juego y su afición por la pintura transcurre el tiempo, y en 1946 obtiene su certificado de estudios, lo que le permite entrar en el Liceo de Toulouse, de donde saldrá en 1952 con el título de bachiller.

Durante estos años en los que Carlos adquiere las bases de la cultura francesa, no olvida su cultura originaria. Siguiendo los consejos de su padre seguirá estudios superiores de Lengua Española en la Facultad de Letras de Toulouse, lo que dado su total bilingüismo y su disposición hacia la cultura hispánica, literatura, poesía y filosofía le coloca en una situación ventajosa frente a sus compañeros.

Durante estos años de universidad compagina sus estudios con su pasión por la pintura, asistiendo como oyente libre en la Escuela de Bellas Artes, y se inscribe en el taller de Raoul Bergougnan. Carlos Pradal reconocería que el pintor le aportó algo fundamental en su pintura: la capacidad de visionar el objeto que se va a pintar, y olvidar el espacio que hay a su alrededor.

Bergougnan ayudó y animó a Pradal a profundizar en su interés por la pintura, y despertar en él la necesidad de seguir investigando, pero su padre a pesar de ser un gran amante de las artes, no concebía esta afición como una profesión lo suficientemente segura, y empujó a su hijo a terminar sus estudios de español como medio más estable para ganarse la vida.

Terminada la carrera comenzó a trabajar como profesor adjunto de español en diversos liceos de la región. Su nacionalidad española no le permitió obtener un puesto fijo, y tras tres años de esta inestable dedicación a la enseñanza, sin poder pintar, toma una importante y arriesgada decisión: cesar en su actividad de profesor y afrontar su vocación pictórica como medio de vida, a pesar de la incertidumbre material que este paso suponía.

Dedicado de lleno a su actividad artística, en sus comienzos profesionales trabajará en el campo de la decoración. Su primer gran encargo decorativo fue el realizado en la iglesia de Santo Tomás del Convento de los Dominicos de Toulouse en 1960. El mismo año, realizó unas pinturas murales sobre Don Quijote y Sancho Panza en los locales del Partido Socialista Obrero Español de Toulouse.

Además de la obra mural, en estos primeros años de carrera artística, hay que resaltar la abundante obra gráfica que Carlos Pradal realizó para portadas de revistas, decorados de obras teatrales, estampas, dibujos y diseños en general.

Durante catorce años, y como medio para asegurarse un ingreso mínimo regular, trabajó como dibujante para La Dépêche de Midi, periódico local de Toulouse, en el que ilustró artículos diarios, historietas romancescas e históricas, lo que le permitió desarrollar una habilidad dibujística extraordinaria. Este dominio del dibujo ayudó a configurar la pintura de Carlos Pradal, principalmente en el campo de la composición, en la que el dibujo subyace discretamente.

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