El Encuentro de las Letras del Mediterráneo acaba en Antas
Mas de una docena de poetas recordaron a Antonio Jesús Soler Cano en su municipio natal
Antas fue puerto de mar en la edad de los metales y, por un día, capital de la poesía en esta parte del mundo y punto y seguido del II Encuentro de las artes y las letras del Mediterráneo. Se puede pedir más, pero no es tan fácil conseguirlo.
Más de una docena de poetas se unieron bajo el volcán sagrado, como lowries contemporáneos, en una jornada de fraternidad con integrantes de la asociación Argaria, una de los organizadoras, junto a Destellos, Cálamo y MECA, de este II Encuentro de las artes y las letras del Mediterráneo.
Alimentaron el cuerpo con productos de la tierra, con el vino del país y las mejores naranjas de la galaxia, las de Antas, y abastecieron el espíritu con sus versos, sus canciones y el recuerdo y la poesía de Antonio Jesús Soler Cano, dulce y amarga, como la fruta de su pueblo, cuya Primavera herida, colección de poemas publicada en 1985, en la voz de los asistentes, fue el colofón a un ameno día de campo, con el broche excepcional que puso el cantautor Antonio Román Martín musicando de improviso uno de los poemas del vate antuso.
Más tarde, a eso de las ocho, hora local, en el salón de usos múltiples del pueblo, se dejaron oír los versos de Germán Guirado, Toño Jerez, Pedro Vera, Juan Pardo Vidal, Tomás Soler Borja, Leo Mari Simón, Alberto Arzua, Asier Triguero, Julio González Alonso, Julián Borao y Javier Arnáiz, se pudo escuchar a Mozart gracias al grupo de cámara Azahar y a Miguel Hernández gracias a la voz y a las cuerdas de la guitarra de Antonio Román Martín, cuyo Caravaggio dijo se ha convertido en todo un clásico en los aires de Almería, de Carboneras y, también, de Antas.
En Antas se cerró el telón de esta edición del encuentro de las artes y las letras del Mediterráneo. Es hora de expresar agradecimientos. Es hora de reconocimiento a los poetas mencionados que participaron en el recital de clausura de Antas, a la poesía profunda de Antonio Carbonell; a esos versos de Toño Jerez que nos cruzan el rostro igual que el viento de levante; a los poemas cinematográficos de Ignacio Martín Lerma.
Y, sin desmerecer a ninguno, párrafo aparte merece, cuando no la enciclopedia británica entera, Julio Alfredo Egea, decano de los poetas de esta tierra y el más grande y flamenco de todos.
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