Fernando Martínez López: “En la literatura he encontrado amigos, lectores y también un refugio para el alma”
Literatura
El escritor jienense, afincado hace años en Almería, acaba de publicar la obra ‘La edad perdida’ con Arráez Editores
-Acaba de publicar su última novela, La edad perdida. ¿Por qué ese título? Parece evocar cierta nostalgia.
-En efecto, es una novela que bucea en la nostalgia de esa época tan significativa como es el tránsito entre la infancia y la adolescencia. En este caso la acción principal se sitúa a finales de la década de los sesenta, años que nos trasladan a televisores en blanco y negro, lápices afilados sobre una mesa camilla y juegos en la calle.
-Para la persona que no la haya leído todavía su novela, ¿Cómo le explicaría su contenido literario?
-Además de la referencia anterior a la nostalgia, es una obra que aborda otros muchos temas de forma explícita e implícita como son la amistad, el descubrimiento del amor, la lealtad, la traición, la transformación de una sociedad rancia, las rupturas familiares a causa de la política, el deber moral por encima de otros condicionantes… Para ello empleo dos voces narrativas: primera persona en el presente y tercera persona en el pasado. Y como es habitual en mi literatura, todo ello aderezado con cierta dosis de intriga y mucho sentimiento al filo del corazón.
-Es una obra bastante descriptiva de una época con una trama muy interesante. ¿Cómo surge la idea de escribir esta novela?
-Surge de dos ideas principales: las intensas amistades que se forjan en la infancia y el misterio de una desaparición. Con estos mimbres confeccioné un relato breve que ganó el certamen literario Fernando Belmonte en Huelva y que fue finalista de uno de los más importantes de España, el Gabriel Miró, en Alicante. Enseguida fui consciente del potencial de este relato para convertirlo en novela corta urdiendo tramas paralelas e introduciendo nuevos personajes.
-Aparecen lugares y barrios de Almería por todos conocidos. Es una novela muy de la tierra. ¿Lo ha hecho a propósito o bien podía haberse desarrollado en otro lugar?
-El desarrollo argumental podría instalarse en cualquier lugar de la España de aquellos tiempos, pero yo deseaba de alguna manera que fuera en Almería y realzarla literariamente, mostrar cómo era a finales de los sesenta y principios de los setenta. Eso no implica que esté contando la historia de mi vida, de hecho en los años en los que se desarrolla la acción yo era demasiado pequeño, pero sí es cierto que me inspiro en lugares y hechos que sucedieron a mi alrededor y que he transformado en ficción con eso que los escritores llamamos transustanciar la realidad. Pero no solo aparece Almería, sino que en los capítulos ambientados en el presente la acción se desarrolla principalmente en Comillas, en Cantabria, una población que me deslumbró cuando la descubrí.
-En la novela se trata la amistad, el amor y la búsqueda de identidad en unos años que no fueron fáciles como los 60. ¿Hoy, seis décadas después, han cambiado mucho esos términos?
-La amistad, el amor y la búsqueda de la identidad siempre estarán ahí, viajando en el tiempo. Lo que cambia es el entorno social. La época actual es diferente, de una aparente mayor libertad, o no, inmersos en tecnología y burbujas protectoras, sobre todo en las ciudades donde ya es difícil que los niños se curtan en la calle.
-Para un almeriense de cierta edad imagino que esos lugares de la ciudad le evocan un pasado y cierta nostalgia. ¿Ha tenido que documentarse en cierta manera para escribir sobre la Almería de ese momento?
-Por supuesto. Para ser fiel a la descripción histórica es imprescindible la documentación, una parte de la creación literaria que encuentro especialmente atractiva. Cito por ejemplo cuando Franco inauguró el barrio de las 500 Viviendas o los libros clandestinos que podían encontrarse en la librería Goya, pero también es cierto que bebo en gran medida de mis propios recuerdos.
-El texto engancha desde la primera página, también es sugerente y llamativa la portada con una estampa muy almeriense. ¿De quién es la idea?
-La magnífica ilustración de la portada es obra de Lucrecia Parra, profesora, ilustradora y poeta. Yo le sugerí la idea de que aparecieran dos niños jugando con arcos y flechas, pero ella ha ido más allá reflejando certeramente el espíritu de la novela. Le estoy muy agradecido.
-Imagino que sigue cosechando muchos premios con sus trabajos literarios. ¿Está claro que los premios siempre ayudan o no?
-Los premios son un acicate literario y económico, también un medio para establecer buenos lazos de amistad con otros escritores. A mí me han abierto muchas puertas, aunque quizá no todas las que me hubieran gustado, pero ahí seguimos trabajando.
-Imagino que como su cabeza no para estará ya pensando o preparando su próximo proyecto literario. ¿Puede hablar algo de ello?
-He terminado otra novela que ya ha comenzado el complejo periplo editorial. Está ambientada en mi querido San José, al que cito con un nombre ficticio, como la Mágina del universo literario de Antonio Muñoz Molina o el Recóndito del librero y escritor Vicente Gómez. Además tengo en mente un nuevo esbozo de novela y algún que otro relato breve.
-Me gustaría saber cómo pasó la pandemia, porque hubo mucha gente que no paró de crear y otros se bloquearon en cierta manera.
-No me sentí bloqueado durante la pandemia, si bien es cierto que en los meses de confinamiento estricto perdí el deseo de escribir. Fue una situación tan extraña…
-Finalmente, después de muchos años escribiendo. ¿Qué ha encontrado en la literatura?
-Amigos, lectores y también un refugio para el alma.
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