Cultura

Once esculturas de Gilabert donadas por Juan José Ceba exponen en el Museo Ibáñez

  • Las obras ocuparán un espacio en la sala 14 del Museo

Desde ayer pueden contemplarse, con carácter permanente, las once esculturas de Pedro Gilabert donadas por Juan José Ceba al Museo Casa Ibáñez de Olula del Río. Forman parte del legado total sobre el escultor atesorado por el escritor y que ahora ha cedido definitivamente a los museos del Almanzora.

La parte correspondiente a los documentos irá al museo de Arboleas. En la elección del museo olulense como destino último de las obras ha pesado el criterio del donante, que estima la conveniencia e importancia de que esta institución tenga una representación significativa de la obra gilabertiana, máxime cuando, en virtud de su próxima ampliación, se convertirá en el corazón cultural de la comarca.

Para la exposición de las once esculturas, Andrés García Ibáñez ha diseñado una museografía específica con un único pedestal en tres alturas, colocado en la sala 14 del museo.

Esta solución, a modo de altar, permite contemplar todas las piezas juntas y asistir, en una sola y alucinante visión, a la singularidad de las criaturas gilabertianas.

Las once piezas son plenamente representativas del mundo de Gilabert y condensan muy bien su universo temático. Se podrían dividir en cuatro grupos: figuras religiosas y mitología popular, bestiarios, fabulaciones propias y esculturas utilitarias.

Del primer grupo hay un Corazón de Jesús de agónica expresión que se presiona el pecho con las manos, una Virgen con el niño, ejecutada por encargo de La Traiña con destino a una representación de la Yerma lorquiana, que en su reverso lleva tallado a un Cristo coronado de espinas, y un Hércules con la lanza y las dos columnas que simbolizan la unión, o separación, de los dos mares.

Del segundo grupo o bestiario, hay un reptil imaginario, tallado con pleno aprovechamiento del ritmo propio de la rama de olivo, de expresión sedienta y moribunda, y una carrera de tres caballos sobre una pista a modo de juego.

De fabulaciones propias, el grupo más numeroso, hay un hombre con pájaro intentando separarse del suelo e iniciar el vuelo junto al ave a la que sujeta, una figura giratoria de compleja iconografía y fuertes aires precolombinos, una cabeza humana o resto de comida antropófaga, realizada probablemente como recuerdo de su vida en América, donde conoció muchas mitologías indígenas, y el Pájaro del Sol.

Del cuarto grupo, obras utilitarias, hay una sola pieza; se trata de un florero con varios relieves de figuras en actitudes de coger o sostener flores.

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