Cultura

José María Asencio Gallego: “Escribir siempre tiene algo de erótico, es como un striptease”

  • Formador de jueces en la Escuela Judicial ha publicado un excelente libro ‘En busca de la irrealidad’

José María Asencio Gallego, autor de ‘En busca de la irrealidad’.

José María Asencio Gallego, autor de ‘En busca de la irrealidad’.

José María Asencio Gallego (Alicante, 1988), juez y formador de jueces y juezas en su actual destino en la Escuela Judicial es, además, escritor. Recientemente tuvimos la ocasión de disfrutar de su opera prima, una deliciosa novela escrita con la solvencia de un autor experimentado, en la que Asencio propone un viaje fascinante hacia el íntimo espacio de la creación. En busca de la irrealidad (2020), que ya tuvimos ocasión de reseñar en este periódico, presenta un diálogo fascinante entre el yo íntimo del creador en busca de su espacio propio y el entorno social en que debe hallarlo y lo hace honestamente, sin pretensión de ocultar los peligros que la creación conlleva. Es ésta una de esas novelas que dejan al lector el rastro intenso de su sabor aún mucho después de haberlas leído e invitan, con ello, a una reflexión constante.

-Desde la primera lectura entendí En busca de la irrealidad como una reflexión sobre la creación y a ser sincero. Es una forma extraña de empezar a ser escritor, pero también es audaz… (a lo mejor nos ocultas alguna joya inédita, bien guardada en tu cajón).

-La respiración y la creación son los dos rasgos que definen al hombre. El sustento tangible es esencial, no cabe duda, pero el metafísico es, si cabe, más necesario para una vida plena. Precisamente por ello, los personajes, durante sus tertulias nocturnas, reivindican su importancia y su necesidad. Pero claro, la labor creativa es arriesgada y, en ocasiones, peligrosa. Una vez que las palabras escritas son publicadas, ya no hay vuelta atrás. A partir de este momento se revisten de una suerte de quietud serena que anuncia el comienzo de una nueva era, el principio de un tiempo en el que nadie, absolutamente nadie, podrá perturbarlas en su descanso. Las letras se convierten en algo inmutable, perpetuo. A partir de ese momento, todo será irrevocable. Pocas cosas en esta vida poseen una entidad tan sólida. Lo que perdura parece que hoy en día no interesa. Estamos inmersos en lo que algunos han denominado una “sociedad líquida”, donde todo es tan acuoso que se escurre por los pequeños agujeros de la memoria. El amor se reduce a un instante. El conocimiento se difumina en la inmensidad de la red, en un mundo paralelo al real por el que nuestros jóvenes ya no transitan de vez en cuando, sino que residen.

-Casi todos los personajes tienen algo de su autor. Siempre fue difícil encontrar ese lugar irreal, ese arcano de la mente donde llegar a conocerse lo bastante. Manuel nos lo ha contado bien…

-“Conócete a ti mismo”, estaba escrito en el templo de Apolo en Delfos. Y “conócete a ti mismo”, le dice la noche a Manuel, el personaje principal. Es una de las cuestiones que más se han tratado en la filosofía, por lo menos en la clásica. Y creo que es esencial reflexionar sobre esto para entenderlo todo, nuestro presente, nuestro pasado y, con toda seguridad, nuestro futuro. Quiero incidir en esta palabra, reflexionar. Olvidar de una vez esa aberración de ser productivos que nos vende el sistema actual, cuando la productividad se mide sólo en términos económicos. El sistema nos habla y nos compele a actuar en un diálogo puramente empresarial. Esto es muy peligroso, pues descarta y destruye todo lo que no nos reporta un beneficio inmediato. De ahí la importancia de leer, de reflexionar. Michel Houellebecq decía “vivir sin leer es peligroso, obliga a conformarse con la vida”. Por eso, la auténtica revolución, que no es otra que la revolución de las conciencias, comenzará cuando apaguemos la televisión y abramos un libro.

-Manuel es un personaje que viene de tu alma, creo. Pero también de su contexto. Tengo la impresión de que el Raval habla en tu obra, se reivindica. Es un personaje más.

-Manuel es, aunque hoy en día esta palabra haya perdido su vigencia, un bohemio. Pero no sólo Manuel, sino que prácticamente todos los personajes lo son. Se enmarcan en el prototipo de la bohemia clásica, claramente diferenciada de la contemporánea porque, al igual que el amor que, si no es sincero, no es amor, la bohemia, si no está íntimamente ligada a la creación artística, no es bohemia. Podrá usarse esta palabra, pero estará vacía y no será más que un sucedáneo de lo auténtico. Y claro, en Barcelona, la ciudad en que está ambientada la novela, el Raval es el barrio donde nacieron los artistas; algunos físicamente, como Vázquez Montalbán o Terenci Moix, y otros en su despertar literario, como Jean Genet. Yo viví allí durante unos años y fue allí donde escribí este libro. Es oscuro y destartalado, en ocasiones hasta inseguro. Al igual que la existencia. El Raval posee todas y cada una de las características que conforman la existencia. Por eso, y porque siempre que puedo sigo frecuentándolo, he querido hacerle un pequeño homenaje.

-Has escrito una novela íntima. No sé si agota ese ejercicio; ¿te vas a distanciar de ti mismo en la siguiente?

-Escribir siempre tiene algo de erótico, es como un striptease. El escritor se desnuda ante el público porque muestra, a través de historias reales o inventadas, cómo es realmente, lo que transita por sus pensamientos. Y no hay desnudo más potente que aquel que atañe a la mente, a nuestro interior. Así pues, creo que no es posible distanciarse de uno mismo en la escritura, como tampoco lo es en la música o en la pintura. La obra de Beethoven es como es porque fue compuesta por él, con sus luces y sus sombras. La creación es y debe ser así, personal.

-Los dos somos jueces; no puedo eludir preguntarte cómo es escribir mientras se ejerce este oficio. La gente no siempre sabe cómo constriñe el alma, a veces, nuestra hermosa profesión. ¿No te abruma la inmensa libertad que te ofrece la creación?

-Un juez no lo es siempre, sino sólo cuando ejerce como tal. Es una profesión, preciosa, sí, pero como otra cualquiera, tan importante como otras muchas. Lo contrario, asumir la condición de juez las veinticuatro horas del día y comportarse en la calle de igual forma a como lo harías en el tribunal, supondría el retorno a los tiempos oscuros que vivió este país antes de la llegada de la democracia. Un juez es un ciudadano y, como tal, sale a la calle y se relaciona con los demás. No puede encerrarse en sí mismo. No puede vivir en una burbuja artificial creada por quienes pretenden arrogarse de manera permanente prerrogativas que sólo les corresponden cuando ejercen de jueces. Así debe ser un juez de un Estado democrático. Un juez abierto, en contacto con la realidad social. Y claro, un juez que conciba su profesión de esta manera, como una profesión y no como una distinción o un privilegio, puede ser aficionado a la música, a la pintura o a la escritura. En mi caso, las artes siempre me han resultado fascinantes, pues te permiten transmutar la nada en todo, el papel vacío en una hermosa partitura o el pergamino en un fragmento de una historia, de un mundo irreal que, paradójicamente, se tornaría imposible si apartases la mirada.

-En el futuro hay muchas cosas que me gustaría ver. Una de ellas es a ti firmando en la Cuesta de Moyano.

-No te voy a negar que a mí también. Aunque ya he tenido ocasión de firmar esta novela en Madrid y en otras ciudades y he de confesar que hacerlo en Barcelona, en Palma de Mallorca o en Santiago no tiene nada que envidiar a la Cuesta de Moyano.

-¿Estás decidido a seguir ese camino?

-Escribo todos los días. Pequeños fragmentos sobre cualquier cosa. Algunos los guardo y otros los hago desaparecer. No tengo prisa. No escribo por oficio, sino porque necesito plasmar lo que veo en la calle, en el interior de cualquier bar. Reflexiones y más reflexiones que, creo, mañana veremos convertidas en una novela. Pero como te digo, siempre he sido enemigo de la producción en cadena. Cuando creamos algo es necesario pararse a pensar sobre ello, contemplar el paisaje, algo que cada vez se hace menos en este mundo tan rápido en el que vivimos.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios