Maika Makovski conquista al público en su concierto en el Mesón Gitano

La artista de padre macedonio y madre andaluza estuvo acompañada por un cuarteto de cuerda

Maika Makovski durante su gran actuación en la explanada del Mesón Gitano.
Maika Makovski durante su gran actuación en la explanada del Mesón Gitano. / Diario De Almería
D. Martínez

08 de julio 2018 - 02:33

"Gracias por atreveros a traernos". Con estas palabras aprehendía Maika Makovski la sensación generalizada de todos aquellos que llevaban tiempo esperando que la mallorquina, de padre macedonio y madre andaluza, actuara en Almería, trece años después de su debut en Kradiaw, allá por 2005.

Acompañada por el cuarteto de cuerda que llevó a terrenos inexplorados su último disco, el séptimo, Chinook Wind (Aleix Puig y Pere Bartolomé a los violines, Imma Lluch a la viola y Quico Pugès al violoncelo) y con su banda de directo habitual, Miquel Sospedra al bajo, Pep Mula en la batería y Pau Vals en la trompa, Maika Makovski ofreció un concierto en el que la intensidad fue la denominadora común de las emociones, obtenida a través de distintos arropes musicales, tan versátiles y variados como trabajados, cuidados y, por tanto, creíbles.

Con una exquisitez a la hora de interpretar y moverse sobre el escenario, Makovski arrancó con dos de las canciones más líricas de su último trabajo, en el que descerraja y libera cuatro años de idas y venidas personales. Canadá y Blonde Poetry. Un inicio delicado que iría animándose progresivamente con el punto retro-R&B de I Want To Cry o la country americana Father. Mención especial para la adaptación, sin piano con respecto a la versión original, de una angustiosa Frozen Landscape que cosechó una de la grandes ovaciones de la noche.

Punto de inflexión en el repertorio porque, a partir de ese momento, la distorsión y una pequeña dosis de oscuridad rockera se cerniría en la actuación con ese Body de compás y sonoridad destartalada, como un Tom Waits al uso. Percepción con visos de continuidad en la base rítmica de Language, el tema que iniciaba Thank You For The Boots, de desarrollo aguerrido. Su reciente interés adulto por la cultura balcánica de sus orígenes se concretó en temas como Makedonija, en la que la base programada desembocaría finalmente en un acicate rítmico similar a nuestro 'ole' flamenco.

El trampantojo emocional de Not In Love, con su cadencia andariega, dio paso a la sensualidad serpenteante de Devil Tricks y el pizzicato de violín en un arreglo fantástico de Puig en The Deadly Potion of Passion, temas de la época producida por John Parish, con evidente influencia de PJ Harvey, al igual que la excelente Iron Bells o los influjos de post-punk gótico en Bulldog, con una línea de bajo que bien podría firmar los alemanes Bauhaus.

Para los bises, quedarían Song of Distance, balada que ha trascendido el círculo de seguidores de Makovski y el rock enérgico y concluyente de Lava Love, que puse en pie al público en una más que merecida ovación final a la artista y a su familia de músicos que subliman la compleja propuesta.

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