Pequeña gran película valiente y necesaria

'La conspiración del silencio' se centra en un joven fiscal que descubre la magnitud del Holocausto.
'La conspiración del silencio' se centra en un joven fiscal que descubre la magnitud del Holocausto.
Carlos Colón

31 de enero 2015 - 05:00

Drama, Alemania, 2014, 122 min. Dirección: Giulio Ricciarelli. Intérpretes: Alexander Fehling, André Szymanski, Friederike Becht, Gert Voss. Guión: Elisabeth Bartel y G. Ricciarelli. Fotografía: Martin Langer y Roman Osin. Música: Niki Reiser y Sebastian Pille. Cines: Cinesur Nervión Plaza, Metromar.

En 1959, gracias a la denuncia de un periodista, el fiscal general del Estado de Hesse, el admirable y hoy admirado Fritz Bauer, se propuso abrir una causa contra los verdugos de Auschwitz. En pleno milagro económico alemán nadie quería oír hablar del exterminio porque pocos se sentían inocentes con relación a la persecución de los judíos desde 1933. El nombre de Auschwitz era prácticamente desconocido. Las cifras reales de muertes, que pocos jóvenes conocían porque se ocultaban, se tomaban por exageración de la propaganda anti alemana, subterfugios sionistas o revanchismo de los vencedores. Venciendo estas y otras resistencias -porque importantes políticos, funcionarios, jueces y empresarios tenían pasado nazi- el fiscal logró que el Tribunal Federal de Justicia concediera al tribunal regional de Fráncfort la jurisdicción para abordar esta causa, lo que le permitió, con la ayuda de un entusiasta equipo de jóvenes fiscales, iniciar las investigaciones y procedimientos necesarios para localizar a los criminales de las SS y la Gestapo, reunir los testimonios no destruidos, convocar como testigos a las víctimas supervivientes y poner en marcha los llamados Procesos de Fráncfort que se desarrollaron entre 1963 y 1965, lográndose las condenas de 27 asesinos nazis.

Para comprender la importancia de estos hechos hay que saber dos cosas: que se había juzgado a menos de un 1% de los aproximadamente 7000 miembros de las SS y la Gestapo que actuaron en Auschwitz, y ninguno en Alemania tras el juicio de Nuremberg; y que en una Alemania no desnazificada Fritz Bauer -socialdemócrata que huyó de la Alemania nazi para luchar desde la resistencia- fue el primer y durante muchos años único fiscal que actuó contra los nazis. En 1952 procesó al general nazi Otto Ernst Renner por llamar "traidores a la patria" a los conspiradores de la operación Valkiria que intentaron asesinar a Hitler. Opinión tan extendida que el Estado alemán había negado la pensión de viudedad a la mujer de von Stauffenberg. Ésta fue la primera vez que desde el aparato de justicia alemán se actuó contra los nazis. En 1957, conociendo el paradero de Eichmann, se lo filtró al Mossad israelí temiendo que las autoridades alemanas le ayudaran a huir, lo que hizo posible su secuestro y su juicio. En 1959 puso en marcha los Procesos de Munich de los que trata esta película. El pago recibido fue el insulto, la descalificación, las amenazas, que su libro Sobre las raíces de la acción nazi fuera prohibido en los centros de enseñanza y que tras su sospechosa muerte en 1968 -un suicidio tal vez asistido- su nombre fuera oficialmente olvidado, pese a que la Humanistische Union creada por él en 1961 instituyó el premio Bauer por la defensa de los derechos humanos el mismo año de su muerte, hasta que la creación de la Fundación Fritz Bauer en 1995, una biografía publicada en 2009 y un documental presentado en el Festival de Berlín de 2010 fueron reivindicando el nombre de este hombre excepcional. Esta película se suma a ello.

El actor y productor alemán de origen italiano Giulio Ricciarelli ha debutado como director de largometrajes con esta necesaria y pequeña gran película rodada con una voluntad pedagógica de reflexión sobre los mecanismos del mal -tanto el que mata (la Alemania nazi) como el que olvida los crímenes y encubre a los asesinos (la Alemania con la que tuvieron que luchar Bauer y su equipo)- y una valentía de denuncia que son muy de agradecer. Su renuncia a todo efectismo cinematográfico (de cámara o de montaje) y melodramático (guión) puede parecer frialdad o incluso carencia de creatividad, pero creo que de lo que se trata es de borrar toda marca de autor en busca de la objetividad, el rigor y la seriedad que lo tremendo del asunto requieren. Al igual que sucede con las muy contenidas interpretaciones. La idea de centrarse en un joven fiscal que, como tantos alemanes de su edad, desconocía la magnitud del Holocausto es un recurso eficaz que recuerda al utilizado por Costa Gavras en Missing con el personaje de Jack Lemmon. Una película necesaria y valiente que sorprenderá a muchos. No se la pierdan.

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