Jazz, bossa nova, flamenco, copla, música mediterránea, folclore peruano, brasileño, mexicano, venezolano, cubano, compromiso y Leonard Cohen. Sílvia Pérez Cruz consigue enfundar con su voz cualquier tipo de canción para vestirla de una noche elegante en la que su voz ejerce de faro, mientras un quinteto de cuerda con cuatro años de trabajo conjunto la acompaña con los más elegantes y vibrantes arreglos: Elena Rey y Carlos Montfort al violín, Anna Aldomà en la viola, Miquel Ángel Cordero al contrabajo y Joan Antoni Pich al violoncelo. Todos ellos consiguieron el reconocimiento de un público que llenó el Maestro Padilla.
Desde los 13 años dedicada casi de manera exclusiva a la música, la trayectoria de Sílvia Pérez Cruz, con discos variados, proyectos corales, colaboraciones y hasta incursiones en el cine, que le han valido ya dos premios Goya, por mejor canción original y una nominación como actriz revelación, es ya tan rutilante que es inevitable, a sus 35 años, reconocer que es una artista grande pero, sobre todo, muy personal y convencida de su forma de hacer las cosas.
Partiendo desde lo pequeño, desde la independencia, hacia el reconocimiento popular de quien se deja conquistar por una tesitura vocal preciosista, una delicadeza a prueba de afinaciones imposibles y una maestría de melismas intachable. Tras un inicio con la Cinco farolas, la copla de José Antonio Ochaíta, Xandro Valerio y Juan Solano que interpretarían las más grandes del género, de Piquer a Reina, pasando por Jurado, el repertorio fue un viaje flotante por distintas sonoridades del mundo.
"En el fondo, no somos tan distintos", aclararía al final de la actuación. Venezuela con Tonada de luna llena, Perú con la intensa Mechita, la arrebatada Estranha Forma de Vida de fado portugués, sirvieron para que Pérez Cruz y su quinteto hipnotizaran al público asistente. Historias contadas con complicidad, como la que hace referencia al Ay, Ay, Ay, con la que ganó su segundo Goya con Cerca de tu casa. Un tema que, por cierto, fue compartido con los coros animosos del patio de butacas y anfiteatro. Recuerdos de jazz con su versión de Carabelas Nada de Fito Páez, y Mañana, de querencia mexicana y con letra de Ana María Moix para llegar al ecuador de un concierto que sobrevolaba el Auditorio.
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