Delvon Lamarr Organ Trío hacen un viaje sonoro por el alma del soul y el jazz en un repleto Apolo

Música

Lección magistral del organista Delvon Lamarr al mando de su Hammond B3, generando entre los tres músicos una sensación de ‘groove’ envolvente

Delvon Lamarr.
Delvon Lamarr.

El 33º Festival Internacional de Jazz de Almería vivió una de sus grandes noches con el concierto el sábado de Delvon Lamarr Organ Trío (DLO3), que llenó el Teatro Apolo. Delvon Lamarr, al mando de su Hammond B3, acompañado por Brice Calvin a la guitarra y Ashley Ickes a la batería, ofrecieron un viaje sonoro por el alma del soul y el jazz, ese territorio donde el ritmo no se toca: se respira.

Desde los primeros compases, el sonido del órgano desplegó su carácter cálido y envolvente, como una corriente que abrazaba al público sin sobresaltos. Lamarr, con esa mezcla de virtuosismo y naturalidad que solo los grandes organistas consiguen, manejaba los pedales del bajo con el pie izquierdo y el groove con todo el cuerpo.

La guitarra de Brice Calvin, con fraseos melódicos y pequeñas descargas de funk, se entrelazaba con el órgano como una conversación de vieja amistad. Y en la retaguardia, Ashley Ickes sostenía el tiempo con una elegancia contagiosa.

El trío demostró que no hacen falta grandes artificios para alcanzar una potencia expresiva desbordante. El formato sencillo -órgano, guitarra y batería- bastó para construir un universo sonoro completo. Lamarr hacía de bajista, organista, solista y líder con naturalidad; su mano izquierda marcaba el ritmo, mientras la derecha improvisaba líneas melódicas llenas de alma. Había en el aire una sensación de groove envolvente, de energía que no se impone, sino que te arrastra suavemente, como una corriente subterránea. Ese es el secreto del DLO3: su capacidad para convertir la precisión técnica en gozo compartido.

El concierto de Delvon Lamarr Organ Trío en el Festival Almerijazz fue, en esencia, un diálogo entre épocas. La herencia del soul-jazz de los años sesenta y setenta se hizo presente en cada acorde, que Lamarr y su banda renuevan y actualizan con un lenguaje propio que dialoga con el funk, el rhythm and blues y el groove moderno. Tras casi dos horas de buena música en el Teatro Apolo, los aplausos no fueron solo un gesto de agradecimiento, sino una forma de devolver la energía recibida.

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