Todo sobre las nanas
Revista Demófilo | Crítica
El último número de la revista ‘Demófilo’ incluye un trabajo sobre el género jondo infantil por excelencia
La ficha
'Demólifo' nº 55. Antonio José Pérez Castellano (ed.). Fundación Machado, 299 pp.
El último número de la revista de cultura tradicional andaluza Demófilo que publica la Fundación Machado de Sevilla, incluye en exhaustivo trabajo sobre la nana flamenca firmado por el filólogo Manuel Fernández Gamero. Cuando Fernández Gamero analiza los antecedentes, se remonta a la flamencología clásica del siglo XX: Molina y Mairena, Caballero Bonald, Fernando Quiñones, etc. La razón quizá sea que los estudios más recientes dedicados a lo jondo apenas prestan atención a este género musical, la nana.
En la flamencología del siglo XIX señalaba la conexión melódica de la nana con las tonás campesinas. La primera nana que pasó a formar parte del canon flamenco fue la que registró Bernardo el de los Lobitos en 1954 para la Antología del cante flamenco de Hispavox. Pero, como señala el autor de este estudio, se han usado todo tipo de melodías, y de letras, como canciones de cuna. Y también se ha utilizado la melodía clásica de la nana para cantar otras letras con otras temáticas. De hecho podemos rastrear la nana, tanto su melodía original como sus letras, en cantes tan diversos como seguiriyas, soleares, cantiñas, bamberas, etc., a veces literalmente y otras con alguna mínima transformación, que muchas veces cambia el sentido de la letra original del amor materno al de dos adultos. En los estudios del siglo XIX del flamenco a veces se considera a la nana un estilo no estrictamente flamenco en su origen, sino folclórico (signifique esto lo que signifique) aflamencado, y otras que se sitúa en los mismos orígenes de lo jondo, como una toná más que es. Eso, suponiendo que las tonás jondas estén en el origen del flamenco, teoría que hoy apenas se sostiene. También señala Fernández Gamero que la flamencología clásica ha vinculado a la toná con el romance, bien porque en este se sitúa el origen del género de los cantos de cuna, bien porque el romance ha sido utilizado, también, como un cante de cuna. Otros estudios han relacionado la nana con la caña, siendo esta última el origen del flamenco, como señalaba Estébanez Calderón en el siglo XIX, y la nana una versión simplificada de la caña. En otro capítulo de este trabajo, Fernández Gamero analiza la presencia de la nana en la Colección de cantes flamencos (1881) de Antonio Machado Álvarez. Demuestra Fernández Gamero que muchas letras de cantes por soleares, seguiriyas, serranas, etc., son, en realidad, letras de nanas, a veces con leves variaciones que cambian su sentido. El estudio concluye con un “repertorio ordenado de nanas flamencas”, es decir, con todas las nanas que se han cantado en el flamenco, sea con la melodía tradicional de la nana o con melodías de otros cantes flamencos. Se trata de 206 coplas que el autor ha espigado de entre la discografía flamenca, ordenada alfabéticamente, de Manuel Agujetas a Luis el Zambo, una muestra discográfica que abarca toda la historia de las grabaciones jondas. Fernández Gamero ha “rescatado” nanas flamencas que se han cantado por romances, seguiriyas, cantiñas, bulerías, bamberas, tangos, fandangos, alboreá, villancicos, tientos, martinetes, … y, por supuesto, nanas. Hasta 30 estilos diferentes del flamenco se incluyen en esta colección, que abarca a artistas tan dispares como Bernardo el de los Lobitos, Enrique Morente, José Menese, Carmen Linares, Calixto Sánchez, Pepe Marchena, Antonio Mairena .. y así, hasta 75 cantaores distintos. A primera vista, nos choca la inclusión de algunas letras que, a priori, parecen letras de amor de pareja e, incluso, de carácter erótico. Pero Fernández Gamero ha rastreado el origen de todas las letras y, a veces, nos encontramos con sorpresas, como la de la que nombra el autor como Nana de la adúltera.
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