En principio fue la pelota
El magistrado del Constitucional Enrique Arnaldo escribe 'El deporte en la literatura', una obra erudita sobre libros y balones.
La ficha
El deporte en la literatura. Enrique Arnaldo Alcubilla. Espasa. Madrid, 2025. 435 páginas. 21,75 euros.
Trabajamos para conseguir ocio, y la forma preferida del ocio es el juego. Y del juego, los de pelota. Enrique Arnaldo Alcubilla es magistrado actual del Tribunal Constitucional y, como el resto de la humanidad, gozó de mucho tiempo libre durante la pandemia. No jugó al fútbol, pero se puso a pensar y a escribir sobre el deporte en los libros, devoraba novelas y sólo veía en el televisor partidos y películas. Ahora acaba de publicar El deporte en la literatura, editado por Espasa, que no es un compendio de lo que leyó durante los meses del covid, sino de una vida plagada de lecturas. El libro tiene en su final 453 recomendaciones bibliográficas y sirve como epílogo de este ejercicio de erudición sobre letras y pelotas, novelas y boxeadores, escritores y raquetas.
Lo que ha escrito Enrique Arnaldo no es un libro sobre deportistas ni sobre historias de deportistas, sino de cómo el deporte como actividad esencial de los seres humanos se cuela dentro de la literatura desde el principio de los tiempos. Es Aristóteles quien escribe en su Política que el hombre trabajar para tener ocio. El magistrado, que es letrado de las Cortes y catedrático de Constitucional en la Universidad Juan Carlos I, tiene una larga relación con el deporte, ha formado parte de los Comités de Apelación de la Real Federación Española de Fútbol y ha presidido el Tribunal Administrativo del Deporte, pero su relación con los libros ha debido de ser aún más intensa.
Su libro nos conduce a través de toda la literatura para describir las distintas acepciones del deporte, que es poder, dinero, salud, terapia, superación, enfrentamiento y fanatismo. En la presentación de su libro en Madrid tuvo de acompañantes a Jorge Valdano y Santiago Segurola, dos escritores -el primero, también, futbolista- que resumen muy bien en persona cuál es el espíritu de la obra.
El fútbol y el boxeo son los dos juegos que más han influido en la narrativa. Del primero de ellos, el escritor Manuel Vázquez Montalbán dijo que era una religión laica, siempre en busca de un dios. Montalbán fue un hombre de profundas convicciones izquierdistas y uno de los periodistas más influyentes de la Transición, un tiempo que no siempre casó con el deporte.
Enrique Arnaldo dedica uno de los capítulos del libro a esa mala relación que algunos escritores han tenido con el deporte. El mayor crítico fue Rafael Sánchez Ferlosio. O el doctor Marañón, aunque como el magistrado recuerda el Juan de Mairena de Machado, pozo de sabiduría popular, era un profesor de gimnasia peleado con la profesión: "No hay que educar físicamente a nadie, para ello no hay peor camino que la gimnasia y los deportes". Cita una anécdota muy representativa de ese espíritu. Se cuenta que Juan Benet, Juan García Hortelano, Elías Querejeta y Javier Pradera fueron un día casi de incógnito, medio disfrazados, al Bernabéu para que nadie les reconociese a ver un partido del Madrid con la Real.
Buena parte de ese desamor de la cultura española del siglo XX tiene que ver con una concepción que la izquierda tuvo del deporte como entretenimiento alienante, otra suerte de opio del pueblo que Enrique Arnaldo desmonta con detalle y erudición.
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