El virtuosismo de Sarah Orero, la joven que jamás se separa de su violín
Música
La artista almeriense firma en octubre un contrato con la Orquesta Nacional de Bélgica, ya que lleva cinco años viviendo en Bruselas donde está triunfando como violinista
Está considerada una virtuosa del violín. La almeriense Sarah Orero Medina comenzó cuando era muy niña a tocar el violín, y hoy día se ha convertido en su fiel acompañante. Pasó por la Escuela Municipal de Música de Roquetas de Mar, luego estuvo en Madrid hasta que hace unos años se marchó a Bruselas, donde está triunfando.
Orero sostiene que su nombre “me lo pusieron mis padres, Francisco Javier Orero y Mari Carmen Medina. Mi padre que es enfermero en el Hospital de Poniente se marchó con cuatro años a vivir a Bélgica. “El idioma que aprendió mi padre fue el francés y cuando regresó a España con la carrera terminada apenas hablaba español. De hecho como su idioma entonces era el francés, cuando nací me puso Sarah”.
Sarah Orero nació en el Hospital de Poniente hace 28 años. Estudió en el colegio Francisco Villaespesa y luego en el IES El Parador. De toda la vida ha vivido con sus padres en El Parador, aunque ahora reside en Bruselas. “Recuerdo siendo una niña que tenía la Escuela de Música al lado de casa. Luego pusieron en marcha la nueva Escuela, donde yo estudié, soy de las primeras promociones de dicha Escuela”, recuerda con mucho cariño.
“Empecé con cuatro añitos en Música y Movimiento. Llegué a la Escuela de Música por mis padres, porque yo era una persona muy tímida, ya que no era capaz de hablar con nadie. Mis padres leyeron en algún sitio que la música ayudaba a los jóvenes a abrirse, a ser más extrovertidos y me apuntaron. Al principio era duro, pero yo me lo pasaba muy bien, las clases eran como juegos” relata esta excepcional violinista.
“Donde dábamos clases de música y movimiento, justo al lado era la clase de flauta travesera. Yo veía todos los días a los alumnos pasar a clases de música de flauta travesera con Mercedes Sáez. Me planteé en ese momento hacer flauta, y cuando nos fuimos al edificio nuevo, yo tenía que elegir instrumento”.
“Te pasan por los talleres para conocer a todos los profesores y conocer todos los instrumentos. Yo pasé -relata- por la clase de violín de Alejandro Torrente y lo tuve claro, y allí me quedé. Dije este es mi instrumento. No sé, fue como un tipo flechazo”, recuerda la artista.
“En la Escuela de Música yo me lo he pasado súper bien con la orquesta con Ginés Martínez y con la Orquesta Barroca de Alejandro Torrente. Eso es lo que te da vidilla, ya no es la idea de estudiar el instrumento o echar horas. Cuando eres pequeño lo que más te llama la atención es estar con gente, hacer amigos y tocar con amigos. Y eso es lo que realmente me hizo decidir, quiero seguir con esto. Y me hizo tomar la decisión de apuntarme al Conservatorio en Almería y seguir estudiando”, rememora.
El gran sacrificio
“La música es muy sacrificada. Por ejemplo, mi padre empezó hace ya unos años a estudiar chelo y es verdad que no es lo mismo empezar a una edad tan tardía a cuando tú empiezas de joven. Si empiezas siendo un niño al final te vas haciendo a la profesión desde pequeño. Yo realmente mi vida no la he visto sin música. Nacer para esto, no sé, yo me he hecho. Me he labrado el futuro desde muy chiquitita”.
Sarah Orero lleva desde hace años sin descanso, porque la música requiere tiempo. “Tienes que estar siempre entrenando, siempre practicando porque yo de hecho cuando empecé a estudiar el Superior , me comparaba con mis compañeros que habían elegido una carrera universitaria. Ellos llegaban al verano, terminaban sus estudios, aprobaban todo, y se desentendían de los estudios, y se iban de vacaciones, con una desconexión total. En mi caso yo no puedo hacer eso”.
“Mi verano ha sido también súper sacrificado, mi verano ha sido irme a cursos de música, irme a seguir formándome y tengo que decir que lo he hecho con gusto”, apunta.
Orero no se deja nunca el violín, es su fiel acompañante. “Cuando me voy de viaje me tengo que llevar el violín, es que yo no puedo estar sin tocar. Cuando estoy un fin de semana sin tocar lo noto, ya que al final la memoria muscular está ahí, eso sí lo recupero fácil porque al final mi músculo, mi cuerpo está hecho para eso, pero necesita una constancia y necesita seguir y estar ahí al pie del cañón”.
Cuando Orero hace la selectividad tiene que elegir una carrera cuando todavía le quedaba un año en el Conservatorio Profesional. “Me metí en Biología en Granada. La biología a mí siempre me ha encantado así como las ciencias naturales. Pero un día, mis padres me sentaron, y les dije, que quería estudiar música. Mis padres no son músicos, entonces yo decirles, quiero hacer música fue algo impactante. Al principio no les sentó muy bien, estaban preocupados, lógicamente, como padres que son, pero decidieron apoyarme y me siguen apoyando muchísimo y yo la verdad que se lo agradezco un montón que hayan sido tan comprensivos conmigo”, concluye la violinista.
De veterinaria a violinista
Sarah Orero siendo tímida cuando era una niña le encantaba jugar con muñecas. “Yo quería ser veterinaria. Incluso hubo una época que dije, voy a ser zoóloga”. También tiene claro que la disciplina es necesaria en la música. “No vale que seas solo talentoso, te tienes que preocupar, tienes que estudiar y tienes que ser disciplinado, porque si no, no llegas a ningún lado”.
“Por mucha suerte que te digan que puedes tener o que tengas, la suerte pasa a lo mejor una vez, pero si no demuestras que eres constante, si no demuestras que trabajas para ello, no llegas a ningún lado” afirma.
Cuando decide continuar sus estudios se plantea irse a Zaragoza o Madrid. “Zaragoza la descarté porque en Madrid, hay mucha vida musical y pensé que iba a tener un montón de oportunidades. Fue importante que me aceptaran en El Conservatorio Superior de Música de Madrid, que además tiene mucho prestigio”.
Los cuatro años en Madrid no fueron faciles. “Fue un paso separarme de mis padres, irme a vivir sola, aunque compartía piso, pero también la convivencia con los compañeros era complicada, ya que aprender a vivir con otros que tienen costumbres y hábitos diferentes a los que tú tienes, se me hizo durillo en ese sentido”.
Pero un día surge la oportunidad de irse a Bruselas. “Fue casualidad. No lo hice porque mi padre hubiese vivido allí. El máster que yo quería hacer, que era el de interpretación, no estaba en el Conservatorio Público en Madrid. Decidí irme fuera y probar. Me recomendaron Bruselas y allí encontré a la profesora Shirly Laub y me encantó”.
Orero lleva cinco años viviendo en Bruselas. “Cuando llegué a Bruselas parecía como si estuviese tocando otro instrumento completamente nuevo, o sea, era otra visión completamente diferente a la que yo tenía del instrumento”.
El futuro
“Estoy preparando audiciones para orquesta porque es lo que yo quiero hacer. Me encanta tocar en orquesta. Yo sigo motivada, sigo ilusionada. Hice una academia con una orquesta, me cogieron como estudiante y pude tocar con ellos. Estuve como academista con la Orchestre Royal de Chambre de Wallonie (ORCW)”.
“Estuve como academista y a raíz de eso me han seguido llamando y sigo colaborando con ellos. Yo ahora soy sustituta y colaboro con orquesta. He hecho audiciones también para la Orquesta Nacional de Bélgica. Precisamente en octubre firmo un contrato de un año con esta formación”.
Sarah Orero se considera “muy musical y muy expresiva, al menos eso me suelen decir”. “Viéndome tocar, dicen que transmito. Ser musical es algo súper bueno, una cualidad muy buena. Por mucho que tú estés tocando todas las notas y seas un virtuoso, necesitas transmitir. Una buena técnica te va a ayudar también a transmitir mejor lo que quieres comunicar”. Sarah Orero es una violinista excepcional y en Bruselas lo saben.
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