El paso de este periodista como jugador en categoría sénior se reduce a dos partidos, ambos siendo juvenil de segundo año. En el primero la participación se redujo a dos minutos más el descuento en Cuevas del Almanzora, pero los recuerdos son enormes compartiendo vestuario en partido oficial con esos futbolistas del Oriente vistos como ídolos. Rumbo a Málaga para estudiar Periodismo, apenas una prueba con el filial del UMA Antequera, de fútbol sala, escuchando "se nota que has jugado al fútbol, pero no es lo que buscamos". Sin ser una estrella, hubiese sido totalmente viable otro año en Juvenil Preferente (ahora Segunda Andaluza) para dar posteriormente el salto a sénior entre Preferente y Provincial, máximo visto el actual nivel. Educado en el "hay que centrarse en los estudios", me faltó más capacidad crítica para poder ver que jugar en categoría provincial también tiene su miga y que es perfectamente compatible compaginar estudios, trabajo y tiempo de deporte por mucho que parezca difícil a esos niños que cursan Educación Primaria y que faltan a entrenar con un equipo al que se han comprometido en un deporte colectivo por tener que preparar un examen, mostrando una clara falta de organización aunque no será este periodista el que dé lecciones sobre ello.

Si muchos se quedan por el camino entre alevín e infantil, es en el paso de juvenil a sénior donde más ilusiones se pierden, seguramente por el esfuerzo. Influyen esa falta de organización y la pérdida de la alegría visto que ser futbolista profesional es ya una utopía, pero también los valores que han inculcado una generación que se crio en la calle y que han educado a sus vástagos en la cultura del todo ya, sin tener la paciencia de recoger los esfuerzos posteriormente a la cosecha. El jugador juvenil que es llamado por el sénior y no juega más de un cuarto de hora intenta no volver al mismo poniendo excusas de todo tipo y el sénior de primer año que a las primeras de cambio llama al entrenador para quejarse —impensable esto años atrás— porque no es titular son algunos de los ejemplos más claro de que algo estamos haciendo mal.

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