El parqué
Ligeras subidas
La victoria en Andorra no es una cualquiera. Son más de tres puntos. Debemos hablar de un punto de inflexión después de la mini-crisis de los últimos quince días. Primero de todo, la tropa de Rubi pegó un picotazo en la clasificación, estableciéndose de manera definitiva entre los tres grandes candidatos a pelear por el ascenso. Esta victoria, obviamente, sabe mucho mejor después de la derrota del Dépor con el Castellón. Pero vayamos más allá de lo evidente: este grupo cada día sorprende cada vez más en lo psicológico. Hay que darle valor a que, después de la tropelía en Ceuta, el empate en casa con el Huesca, el papelón de la Copa, la irresponsabilidad de Aridane la madrugada del viernes pasado y el gran número de futbolistas que hay en la enfermería, este Almería dé un do de pecho antes de que la minicrisis evolucione a una crisis. Un equipo tiene dos caminos a elegir, una vez vienen mal dadas: tener la cabeza gacha o sacarla para borrar de un plumazo todas las dudas. El segundo escenario es el que escogió la tropa de Rubi en Andorra. Sin brillantez, con una ración de suerte reflejada en las numerosas ocasiones que Lautaro de León perdonó a lo largo del partido y tirando de talento individual, tanto por parte de un Arribas extraordinario como de un Monte sobrehumano en tareas defensivas. Les gustará más o menos, pero teniendo en cuenta todos los condicionantes, la victoria del Almería es agua bendita. Y lo que es más significativo en el medio-largo plazo: este triunfo te aúpa como un grupo ganador, que es lo que ha conseguido esta UDA 25/26 durante la primera vuelta. Hay motivos de sobra para otorgarle credibilidad a este Almería, pero ese espíritu ganador, inexistente en las últimas temporadas, es el argumento más ilusionante al que nos podemos agarrar este año.
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