El parqué
Ligeras subidas
El otro día, entre lágrimas y sollozos, Aridane se dirigió, desde los medios oficial del club, a la afición —cinco días después del vergonzoso capítulo protagonizado por el futbolista canario que, incluso, pudo haberle costado la vida— pidiendo perdón a Almería y al Almería. Todo después de que en la madrugada del pasado jueves, y a unas horas impropias para un deportista de alto rendimiento, hiciera saltar todas las alarmas con un acto que pudo haberse convertido en una auténtica tragedia. Menos mal que solo fueron daños materiales. Solo eso y que le dé gracias a Dios. Claro que la afición le va a perdonar, como ha perdonado a otros jugadores que han cometido auténticas barbaridades, porque la afición ha estado, está y estará muy por encima del club, y de los jugadores. Pero no olvida. Eso sí que lo tengo muy claro. El club le habrá aplicado el código de régimen interno, con dureza porque el caso lo merece, pero la cosa no va a quedar ahí. El domingo, si Rubi decide ponerlo, sabe que corre un riesgo grandísimo, porque a cualquier fallo que tenga, la gente se le va a echar encima —al jugador— y puede que no de pie con bola, porque se sienta incómodo. Es un papelón nada fácil de gestionar. Aridane ha jugado con fuego, y se ha quemado. Creo que Rubi, sabedor de lo que ocurrió, no debió de permitir que viajase a Andorra, independientemente de que fuera el descarte, pero dio la sensación de que quiso mirar para otro lado ante, seguramente, el asombro y la sorpresa del resto de jugadores sabedores de lo que había ocurrido. Repito, la afición le va a perdonar, que es lo que él pidió, pero difícilmente lo va a olvidar.
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