Nunca he jugado un partido de fútbol profesional y a estas alturas me da a mí que va a ser demasiado tarde para mi debut, aunque no negaré que muchas veces me he visto en sueños pisando el césped ante miles de aficionados y hasta marcando golazos, que ya que nos ponemos a soñar, lo hacemos a lo grande. Me cuesta mucho, por tanto, poder meterme en la piel y en la cabeza de quien sí goza de esa oportunidad, conseguida en todos los casos a base no solo de talento, sino sobre todo de horas, esfuerzo, trabajo y sacrificio, sin tener ni mucho menos la certeza de que algún día lo vayan a conseguir.

Uno de los que lo logró bien pronto, y a quien sin duda han acompañado tales atributos indispensables para llegar, fue el roquetero Álex Baena, quien comenzó a pegar patadas al balón en su pueblo, Roquetas de Mar, para marcharse en plena adolescencia a una de esas canteras situadas en el top nacional, y diría que europeo, por su impresionante capacidad de producir talentos: la del Villarreal. Y de momento no ha vuelto.

Marcharse en plena adolescencia. No es algo baladí, ojo. Conozco más de un caso (uno de ellos bastante cercano) de jugadores deslumbrantes en alevines, infantiles o cadetes, y que sin embargo se tienen que volver de sus rutilantes destinos poco después de fichar por una de esas canteras top, por su incapacidad de sobrellevar la situación. Sin la madurez ni la experiencia necesarias, no es nada fácil alejarte de familia, amigos y entorno de 'confort' para hacer carrera en el fútbol. Pero Álex sí lo logró, y olé por él.

Le afean muchos, y con razón, su gesto en Tenerife, mandando callar al público local. Algo similar hizo en Almería cuando vino con el Girona, aducen otros, y no seré yo quien defienda tales ademanes. Sin embargo, sospecho que gestionar las emociones en situaciones de tal tensión como jugarte un ascenso a Primera en campo contrario no debe ser nada fácil, y menos si se tienen 20 años. Igual que se amoldó a su nueva vida, Baena tiene también que crecer en ese autocontrol, en nombre de la deportividad. Tiempo tiene para conseguirlo. Yo ya se lo he perdonado.

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