Por montera
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Era la larguísima y tremenda posguerra, el mundo del NO-DO, de los pantanos de Franco. Y de la represión. Sólo los vencedores vivían bien. Los demás, sobrevivían. No se ha hecho todavía un homenaje, un tributo histórico a la gente anónima que sufrió aquellos años, aquellas hambres atroces. En especial a las mujeres, que siempre soportan sobre si el peso de la Historia, sobre todo lo más duro, el tener que subvenir a las necesidades de los hijos en épocas de escasez y abatimiento social.
Conocí en aquellos años a muchas viudas. El Barrio Alto estaba lleno de ellas. La mayoría trabajaba en la limpieza de casas, otras cosían “para la calle”, como se decía en la época. Algunas habían perdido al marido en la Guerra, a otras, y no pocas, se les había muerto por enfermedades que no había oficialmente, tuberculosis, sobre todo. Otras prestaban dinero “a gabela”, y algunas, que tenían al marido en la cárcel, se entregaban temporalmente a la prostitución. Era inútil solicitar trabajo si no eras esposa, hermana o hija de “caído” o “excautivo”. Los oficios de mujeres eran, sobre todo, ama de casa, enfermera, maestra o limpiadora. No había más. Algunas jóvenes conseguían redimir su destino mediante un casamiento ventajoso, al estilo de las señoritas de alta posición almeriense como las que retrataba Guerry, en el Paseo. Pero eso requería vestidos, peluquería, complementos, que no estaban al alcance de la mayoría, y sobre todo hacerse ver en los lugares adecuados, que estaban menos al alcance todavía. Las chicas leían fotonovelas, soñando con ese príncipe azul que las sacara del barrio y de la pobreza. Iban al cine, a ver Gilda y a enamorarse de Tyrone Power, y acudían a las fiestas y verbenas de los barrios, a buscar novio. La sonrisa era indispensable. Y el desparpajo, dentro del orden que imponían la moral católica y las buenas costumbres, se decía. Los bares eran de hombres. Muy pocas mujeres se atrevían a entrar en el Puerto Rico, el Quinto Toro, El Montañés o el Imperial. Esta era una de las cosas que más criticaron a Celia Viñas, que iba a los bares, ella como única mujer en reuniones de hombres tomando vino. La época, como digo, fue especialmente dura con las mujeres.
Por eso nunca he comprendido cómo puede haber mujeres en el partido de extrema derecha que ahora está en alza en España. Debe de ser porque desconocen la Historia, la posguerra. Qué acierto de Sabina.
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