He leído un artículo de la Profesora Gil de la Serna, escrito con el asesoramiento de la Sociedad Española de Microbiología, sobre uno de los objetivos de desarrollo sostenible incluido en la Agenda 2030 de la ONU que es la prducción de alimentos suficiente para toda la población mundial, pero esto es imposible sin controlar la pérdida de las cosechas causadas por enfermedades en las plantas. Y como de fitosanitarios, unas veces fito, otras sanitarios y alguna vez fitosanitarios, parece que no estamos deseosos, es la razón por la que está ganando fuerza el control biológico o biocontrol, que consiste en utilizar microorganismos inocuos para evitar que los cultivos enfermen.

Los fitopatógenos provocan pérdidas por valor de unos 200.000 millones de euros por enfermedades en los cultivos agrícolas. Los productos químicos que se usan para combatirlos, pueden dejar residuos que sean/son un problema para la salud.

Por lo tanto, el control biológico, es como una guerra en miniatura, entre patógenos y organismos que defienden a la planta del ataque de éstos. Pero para eso, los “defensores” deben estar allí antes de que lleguen los patógenos, y no dejan que éstos encuentren un hueco donde vivir en la planta.

Pero eso no es todo. La presencia del microorganismo “defensor” genera un aumento de las defensas de la planta. De esta manera, el cultivo está más preparado para protegerse rápidamente en el caso de que llegue un patógeno. El “defensor” está muy adaptado, crece rápido y no deja al microorganismo nocivo ni hueco ni nutrientes para colonizar la planta.

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