Comenzamos 2021 con la borrasca Filomena, que llegó a nuestro país con fuertes vientos, grandes precipitaciones, y con nevadas extremas en la mayor parte de la Península Ibérica. En febrero, la tormenta invernal Uri provocó una crisis energética sin precedentes en Texas y más de veinte muertos. Por primera vez desde que se dispone de registros, llovió, en lugar de nevar, en la cima del manto de hielo de Groenlandia y los glaciares de Canadá experimentaron una rápida fusión. Después llegó el verano, y una ola de calor abrasó Canadá y partes adyacentes de los Estados Unidos, se registraron temperaturas cercanas a 50 °C en un pueblo de la Columbia Británica. El Valle de la Muerte, en California, alcanzó 54,4 °C durante una de las numerosas olas de calor que afectaron al suroeste de los Estados Unidos, y en muchas partes del Mediterráneo se registraron temperaturas sin precedentes. El calor excepcional a menudo estuvo acompañado de devastadores incendios. En julio graves inundaciones tuvieron lugar en Alemania, Bélgica y países colindantes dejando más de 160 muertos y miles de damnificados.

En agosto el huracán Ida produjo lluvias récord e inundaciones repentinas de alto nivel en extensas porciones del noreste estadounidense. Se estimó que Ida causó al menos 50 mil millones de dólares en daños en los Estados Unidos. Decenas de residentes murieron, principalmente en Nueva Jersey y Nueva York.

En nuestro país, el 14 de agosto, se batió el récord de la temperatura máxima jamás registrada de la historia, 47'4 grados. Pasó en Montoro (Córdoba) y se superaron los 45 grados en 12 localidades. El 13 de diciembre una supercélula de tornados arrasó con todo lo que encontraba en su camino en el estado norteamericano de Kentucky. En dicho estado, nunca un tornado había tocado tierra, sin embargo, esta supercélula fue capaz de recorrer más de 400 kilómetros tierra adentro. El 14 de diciembre un informe de la ONU certificó la temperatura de 38 grados en centígrados medidos el 20 de junio de 2020 en la localidad rusa de Verjoyansk, es la temperatura más alta de la que se tiene registro en la región ártica.

Todo ello, sin contar con los fenómenos ocurridos en países en vías de desarrollo, los cuales, sufren escasez de agua, hambrunas, plagas y también el Covid en silencio mediático. Las emisiones de dióxido de carbono continúan en ascenso después de la pandemia, la contaminación de los océanos y el aumento de su temperatura sigue irrefrenable, aumenta la destrucción de ecosistemas marítimos y terrestres. La ONU advierte ahora que "el aumento de las temperaturas a nivel mundial provoca fenómenos climáticos devastadores en todo el planeta, cuyos efectos en las economías y las sociedades son cada vez más graves".

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