La ciudad y los días
Carlos Colón
Yo vi nacer a B. B.
Días pasados me senté con un amigo en la espléndida terraza de un pueblo de la Alpujarra almeriense. El sol caía suavemente a lo lejos envuelto en una calima roja mientras el aire fresco que descendía de los pinares alpujarreños desplegaba su brisa sobre nosotros. Sentados disfrutábamos de una cerveza fría y la vida, que es lo más parecido a una feria, un breve caos entre dos infinitos silencios, como escribía Samuel Becket. De vez en cuando, según la dirección del viento, golpes de sonidos se extendían por el valle que nos traía músicas de ferias de los pueblos.
Durante el verano parecen juntarse todos los pueblos de Almería en un hervor de ferias, pero nosotros, sin salir de la plaza del pueblo, organizado por el ayuntamiento buscando su Kremlin particular, te puedes encontrar con Manuel Carrasco, Hombres G, El barrio. Alejandro Sanz o Melendi. Todo con tal de encontrar una diana que atraiga y satisfaga al público venido desde la otra punta de Almería bajo el ritmo de los tacos de jamón y mojitos, que entran y salen de la barra del bar y pasan de mano en mano. Las ferias, como la vida, consiste en dar una vuelta al sol cada año y, si es posible, este verano de la mano de alguna fugaz musa indiferente.
Este mar de pueblos almerienses ardiendo en ferias hierve con el latir vertiginoso de la gente, que parece moverse por vivir su apocalipsis particular, metidos por bemoles en una locura extrema, corriendo tras su propia juventud.
Antes de la pandemia las cosas estaban muy claras. Para terminar de aclararlas vino lo de Ucrania, la última crisis energética, la subida de los precios, el colapso de la política nacional con el último resultado electoral y un país que refleja con exactitud la perplejidad del patio nacional, donde nadie entiende si esto es recesión o ajustes fanatizados de los economistas del Banco Central Europeo lanzando dicterios sobre la maltrecha economía.
Quizás sean estas las razones por las que en este desolado verano algunos se pierdan por los pueblos de feria en feria subvirtiendo las normas sociales. Otros consagren su pequeña parcela de libertad y hedonismo a la conquista de pequeños placeres, o se abran de concierto en concierto por esta ardiente provincia en feria.
Y todos, tratando de derribar el sueño inútil de vivir la inútil esperanza de ser inmortales fuera del límite de los cinco sentidos, lejos de la razón, de la mañana siguiente, olvidando que los alacranes nos esperan bailando bajo las piedras del día a día.
También te puede interesar
La ciudad y los días
Carlos Colón
Yo vi nacer a B. B.
Brindis al sol
Alberto González Troyano
Teoría del regalo
Monticello
Víctor J. Vázquez
Política de la autoparodia
Cuarto de muestras
Carmen Oteo
Mi hermoso botín
Lo último