Hay algunos instrumentos cuyo uso, lejos de una conveniada utilización, ponen de manifiesto que el ser humano dista mucho de ser un animal racional. Raramente, pese a la cantidad tan brutal de tutoriales que podemos encontrar en la red, encontraremos consenso sobre determinadas cuestiones. Una de ellas es la discapacidad para saber ubicar en buen orden alfabético los apellidos que van acompañados de preposición, donde en vez de consultar la norma, cada españolito tiene su criterio… Una pista, ¿se imaginan ustedes que holandeses y alemanes se ordenen en la "v" de von? Pues eso.

Pero como no estoy por la labor de hablar del trato alfabético de mi primer apellido, voy a tratar de descubrir qué es lo que se esconde bajo el desinterés por el uso de la tablilla y la tapadera del retrete, ese útil tan infrautilizado. Su presentación es bien conocida. Por un lado, tenemos un aro que, apoyado sobre el borde del retrete, nos permite sentarnos sin estar en contacto directo con la pieza cerámica que nos soporta durante nuestras deposiciones. Es la propia tablilla la encargada de esa tarea tan higiénica.

No es menos higiénica la tapa o tapadera, que también se puede usar para darle nombre a la doble pieza. Su utilidad es tenerla abierta o cerrada según se esté usando o no, y en este respectivo orden: la cagamos, ad litera, si intercambiamos las posiciones. Se han dado casos. Sin embargo, rara vez se entra en la función de esta pieza. Es importante que el "tirar de la cisterna" se realice con la tapa apoyada sobre la tablilla, ejerciendo su función de tapa, evitando que el excremental remolino sea susceptible de contemplarse desde el exterior, viendo cómo la expresión "pillar una mierda" está inspirada, sin ninguna duda, en esa sensación de estar en un remolino que no sabes hacia dónde te lleva. Y es que no es homo sapiens sapiens, al menos el hispánico, muy dado a consensuar funcionalidades. Tal vez sea ese nuestro deseo de identidad, con hasta diecisiete formas distintas de "excretar a la española".

Lo que sí que es claro es que la tablilla no es para mearse en ella: ahí sí que hay bastante consenso. El de los cerdos. Este grupo viene a coincidir con el de aquellos miembros de la especie que, después de tirar de la cisterna, no confirman que el 100% de la componente visible haya desaparecido haciendo innecesario el uso de la escobilla. Ay, pero eso ya será en otra deposición.

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