República de las Letras
Agustín Belmonte
Prólogos
Del mismo modo que la vida y la muerte, la naturaleza humana, la política y las relaciones de poder, son una constante para la Humanidad. Intrigas, espionaje, traiciones, conflictos, guerras, dominar o ser dominados. También afán de supervivencia. Buscar belleza, amor, consuelo y dignidad en la vida. Transcurren milenios, siglos, civilizaciones; y ahí están esas constantes. Recuerdo una película genial del director Jean-Jacques Annaud, En busca del fuego (1982) Ambientada en la prehistoria, hace 80 mil años, dos tribus pelean por arrebatarse el fuego, tecnología imprescindible para su supervivencia. En el fragor del combate el fuego se apaga y ambas tribus lo pierden. Conocen su existencia y cualidades. Lo toman cuando surge en la naturaleza, por ejemplo, en erupciones volcánicas. Saben mantenerlo elementalmente, pero desconocen cómo se hace. Ante semejante desastre tres guerreros emprenden un largo y peligroso viaje para encontrarlo. La historia nos enseña que con demasiada frecuencia olvidamos la importancia del conocimiento y la experiencia. Peor aún, desperdiciamos la vida. El infierno es un lugar de este mundo, y su principal material de construcción es nuestra arrogancia. De momento, si por algo se caracteriza el siglo XXI es por una descomunal crisis de civilización. ¡Somos estupendos! así que convertimos el conocimiento, la tradición, innovación y creatividad en algo inútil. Por lo visto, dada su cercanía temporal y gravedad, los hechos del siglo XX no tienen nada que enseñarnos. En España la élite política suele manosear la cultura para adornarse no para cuestionarse, y jamás para autocontrolarse. Llegó la pandemia y la tónica general fue propaganda, soberbia y pésima gestión, en vez de responsabilizarse de la realidad a pie de calle. Ahí radica el apoyo electoral a Isabel Díaz Ayuso. Votar gestión. No es prudente mitificar a líderes políticos, hay que estar siempre alerta. No obstante, Ayuso no ha olvidado tres cuestiones básicas en las reglas del juego que exige la Democracia: gobernar al servicio de todos los ciudadanos, el poder político no está por encima de la ley y el parlamentarismo. El bochornoso sainete que se está representando en el teatro político español, es tan antiguo como la necesidad del fuego. En Democracia todos somos iguales ante la Ley. La carga de la prueba ¿no la debe presentar quien acusa?
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