Comunicación (Im) pertinente

Francisco García Marcos

Cambio climático

Las reivindicaciones humanas se han convertido en un nuevo nicho (domesticado) de mercado

02 de diciembre 2023 - 00:15

Estos días se lamentaba el filósofo Jorge Reichman de la escasa implicación de la sociedad científica en la denuncia del estropicio climático que se le causa al planeta. Lleva razón. Esa pasividad sorprende desagradablemente, por la dolorosa y lamentable desidia que implica. Donde debería haber un clamor sustentado en el conocimiento, transita un silencio irresponsable y, por qué no reconocerlo, desazonador. Si el conocimiento no mueve a intervenir en esas causas, ¿qué queda?

El plural es aquí del todo pertinente. A la queja de Reichman podría agregarse un listado obvio y razonablemente amplio. ¿Cómo los científicos no se implican abiertamente en la defensa de los derechos humanos, en la universalización de la salud, en la lucha contra el fanatismo religioso, en la denuncia contra cualquier forma de discriminación, en la defensa de la dignidad de todos los pueblos o en la universalización de la cultura, entre otros asuntos?

Va a ser imposible. A Reichman se le ha pasado por alto que ese científico comprometido dejó de tener vigencia. Hace décadas que predomina el paradigma de la tecnociencia, con todo lo que ello implica. No deja de ser una paradoja ya desde su mera formulación. La técnica es, o bien una herramienta al servicio de la investigación, o bien una aplicación de los resultados de esta. Pero en sí no es ciencia. Tiene, desde luego, su importancia en ambos aspectos. Algunos experimentos de Galileo llegaron a conclusiones erróneas, no porque su planteamiento lo fuese, sino porque las palancas empleadas para la medición estaban mal diseñadas. De la misma forma, hay multitud de desarrollo tecnológicos inundando la vida cotidiana que descansa irremisiblemente en conocimiento científico. Este último aspecto ha sido, más que probablemente, el responsable del desarrollo abusivo del paradigma. La tecnociencia resulta directamente rentable desde el punto de vista económico, produce beneficios rápidos y explícitos. Por consiguiente, las sociedades la promueven de manera preferencial. Pero también la desvirtúan. La producción científica se ha industrializado, es una cadena productiva, mecánica e irreflexiva, sin lugar ni tan siquiera para profundizar en sí misma, menos para preocuparse por el mundo circundante.

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