Metafóricamente hablando

Compuestos y sin boda

Los espectadores, con los ojos rasos de lágrimas de contener la risa, imaginamos el segundo acto, al que no fuimos invitados

Eestaba pensando en la estrategia de defensa que iba a utilizar en el juicio que tenía señalado, cuando vio aparecer a una pareja endomingada y con cara de fiesta. En la planta baja del edificio se encontraban el Registro Civil y las Salas donde se celebraban los Juicios penales y las bodas. Los recién llegados preguntaron quién era el último, situándose detrás del que se "auto inculpó" como tal. La gente salía con sus partidas de nacimiento, matrimonio o defunción entre sus manos, y pronto estuvieron ante el mostrador que los separaba de la oficina registral. Tenían cita? Los tortolitos se miraron cómplices, respondiendo al unísono: claro, nos la dieron para hoy a las 12, vamos un poco retrasadillos, no? La funcionaria, sin apenas levantar la vista, comenzó a preguntarles sus datos y qué era lo que necesitaban. Ellos con cara de estupefacción, dijeron que venían a casarse, que pidieron cita por teléfono y se la dieron para hoy, que tenían a los invitados en la puerta, esperando que les dijesen donde se celebraría la boda. Hasta los detenidos, que esperaban esposados para entrar a juicio, no pudieron contener la risa, yo me puse la mano sobre la boca, en un intento de disimular. La empleada, sin salir de su asombro, contestó: "señora, la cita se les dio para traer la documentación e iniciar el expediente, no para casarlos". La escena esperpéntica que se estaba desarrollando a la vista de todos, hizo que se arremolinasen numerosos curiosos a su alrededor. La novia, con su tocado de flores y su modelito ceñido, miró atónita al apuesto novio, con su traje de estreno y una rosa roja en el ojal, compitiendo con el arrebolado de sus mejillas. Pero si tenemos preparado el banquete, el fotógrafo y los invitados en la puerta, no podrían casarnos hoy?. Señora, le he dicho que no hay expediente, tendrán que volver otro día con los documentos que les pedí. Las risas de los presentes se mezclaron con el llanto callado de la novia, y todo el mundo se apartó. Salieron a la puerta con intención de despedir a los amigos y familiares, que ajenos a lo que se había cocido dentro, y a pesar de no haber presenciado el acto formal del matrimonio, en la seguridad de que ya eran marido y mujer, comenzaron a tirarles arroz, gritando "VIVAN LOS NOVIOS!!". Los espectadores, con los ojos rasos de lágrimas de contener la risa, imaginamos el segundo acto, al que no fuimos invitados: la fiesta en la que todos felices y comiendo perdices, se hacían selfies para el recuerdo. Pensé que la felicidad no estaba sujeta a trámite legal alguno, sino al más íntimo deseo de serlo.

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