Cambio de sentido
Carmen Camacho
Zona de alcanfort
E L miércoles de esta semana hemos celebrado el cuadragésimo quinto aniversario de la Constitución. Se aprobó en 1978, tres años después del fallecimiento del dictador Franco. Fueron unos tiempos trepidantes en los que se desató un sentimiento generalizado de libertad. El intento de perpetuar el Régimen se dio de bruces con unos movimientos ciudadanos, principalmente de jóvenes, que no habían conocido la guerra, que no entendían y no estaban dispuestos a perpetuar un sistema patriarcal, caduco y antidemocrático.
Aprobar la Constitución no fue tarea fácil. Se tuvo que guardar un delicado equilibrio para contentar a los nostálgicos y a los progresistas, para no pisar callos a los militares, a los curas o a los monárquicos, y al mismo tiempo, conformar un texto que respondiera a las expectativas de modernidad y progreso que la sociedad española deseaba y demandaba.
Después de pasados estos años, creo que ha llegado el momento de actualizar nuestra Carta Magna. No se trata de hacer una nueva, sino de poner al día algunos extremos que con el paso del tiempo han quedado obsoletos. En este sentido hay algunas cuestiones fundamentales.
Continuamos con un sistema monárquico en la Jefatura del Estado que nos está lastrando desde principios del siglo XIX, cuando se aprobó la primera Constitución, la de Cádiz. Perpetuar unos privilegios, que hunden sus raíces en la Edad Media, en una supuesta simbiosis entre los reyes y el poder divino, mantener a unas personas que desde Fernando VII han sido unos corruptos, usureros, vividores y ladrones, no encaja con la actual sociedad. En mi opinión para nuestra nación, compuesta de nacionalidades históricas y comunidades autónomas, un sistema republicano es lo más apropiado.
Es imprescindible actualizar su redacción con un lenguaje inclusivo, donde la mitad de la población, las mujeres, se sientan incluida, se vean representadas y tengan unas condiciones de igualdad real y efectiva. Es una deuda que tenemos que saldar definitivamente para poder afrontar el futuro. Nuestra sociedad, afortunadamente, ha evolucionado y es bastante diferente a la de 1978. Para seguir avanzando tenemos que llevar a cabo un ejercicio de generosidad e inteligencia, y redactar un nuevo texto constitucional que integre a todas las sensibilidades, a todas las maneras de entender la convivencia, a las diferentes lenguas, sentimientos históricos, culturales, de pertenencia o condición.
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