Por montera
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La alcaldesa de Almeria se ha sentido ninguneada por el gobierno de la nación al no haberle consultado sobre el traslado a Almería de unos centenares de migrantes, a propósito de la dramática situación de migrantes desembarcados en Canarias. La alcaldesa -antes de tirarse al vacío partidista- debería saber que un país tan prejuicioso como este en el que se tiende a verlo todo en términos de conmigo o contra mi, las buenas acciones quedan malogradas o se frustran por culpa de la morralla que deja el clientelismo político.
Pero no, la señora alcaldesa se ha abrazado ciegamente al prontuario político enviado desde su partido -prietas las filas- para resucitar nuestro más profundo y errático estilo nacional de el “nosotros y ellos, conmigo o contra mi”. Podía haber manifestado sus quejas de falta de fluidez en la comunicación del gobierno, que la hay, sin instrumentalizar un asunto tan candente como la inmigración. Declaraciones de cargos electos de Vox y PP rechazando el traslado de miles de migrantes a la península y ubicarlos en la red estatal de acogida forman parte, por un lado, del encono con que Vox mira el fenómeno migratorio y, por otro, la falta de responsabilidad de una alcaldesa que gobierna una ciudad donde más del 14% de su población es inmigrante.
Aunque el enfado de la alcaldesa de Almería palidece frente a la frivolidad y berrinche del que fuera portavoz del PP en el Congreso y enquistado diputado por Almeria, Rafael Hernando, acusando al gobierno de colaborar “con el negocio de los traficantes trasladándolos a la península por la noche...” “...en un avión con derecho a hotel de lujo, pagado con tus impuestos”.
Desde 2015 es recurrente el flujo migratorio hacia Almería y otras provincias andaluzas alentado por el cambio climático, guerras en países de origen o el deseo legítimo de huir de la pobreza. Basta asomarse al mundo para percibir que el conflicto entre migrantes y nativos está caliente por algo que escapa al control de unos y otros, como es el hecho de ser y haber crecido en mundos distintos, ver las cosas de forma diferente y creer que el derechos a decidir sobre su país es superior al de los migrantes.
Resulta alentador, aunque un poco triste, saber lo que es y lo que podría haber sido este país si un tema tan candente como la migración hubiese estado en manos de políticos tan frívolos como el diputado Hernando, que más parece tener patente de corso que entendederas, cuando reflexiona sobre asuntos tan delicados como la inmigración, que merece más solidaridad y menos confrontación.
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