Día internacional del suicidio

La estadística nos dice que por cada persona que logra quitarse la vida se estima que otras 20 lo intentan

El pasado domingo se conmemoró el Día Internacional para la prevención del suicidio. Esta iniciativa tiene como objetivo reducir la cifra de autolisis en todo el mundo y concienciar acerca de este grave problema de salud pública.

Las cifras mundiales, proporcionadas por la OMS, son estremecedoras: más de 800.000 personas deciden poner fin a sus vidas cada año, lo que equivale a un suicidio aproximadamente cada 40 segundos. Estas estadísticas, si bien impactan, nos acercan a la dura realidad que enfrenta España. En nuestro país, una persona se quita la vida cada 2 horas y media, lo que se traduce en 10 fallecimientos diarios.

A pesar de estos alarmantes números, la magnitud del problema se vuelve aún más preocupante cuando lo comparamos con otras causas de muerte. Los suicidios duplican el número de víctimas de accidentes de tráfico, superan en 11 veces los homicidios y en 80 a las víctimas de violencia de género. Trágicamente, el suicidio se mantiene como la principal causa de muerte en el grupo de jóvenes españoles de 15 a 29 años, justo después de los tumores.

Pero, tras estas cifras de impresión, se esconden innumerables dramas humanos. Por cada persona que logra quitarse la vida se estima que otras 20 lo intentan. Estas tentativas, a menudo, dejan secuelas físicas y psicológicas que perduran. Y es importante subrayar que un intento fallido no hace sino aumentar el riesgo.

Es también fundamental considerar que por cada suicidio consumado hay un promedio de 6 supervivientes. Estos representan a los familiares y seres queridos que hay detrás del fallecido y que sufren un impacto emocional y psicológico profundo y duradero.

Recordemos en este contexto que las cifras, aunque reveladoras, no cuentan la historia completa. Detrás de cada número hay una persona que lucha contra la desesperanza. No desean necesariamente la muerte, sino un alivio para el dolor que sienten. En realidad anhelan la posibilidad de una vida diferente.

La prevención del suicidio va más allá de abordar las estadísticas inertes; implica comprender y apoyar a las personas en su batalla interna. Requiere contundencia para romper un tabú que trasciende generaciones. Necesita determinación para derribar los falsos mitos que rodean a este problema. Y precisa de una escucha empática, sin miedo y sin prejuicios. Salvar una vida puede depender, tan solo, de una pregunta: ¿quieres que hablemos?

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