El tránsito

Eduardo Jordá

Dicen que soy aburrido

19 de julio 2008 - 01:00

EN diciembre de 1999, Fernando de la Rúa ganó las elecciones argentinas con un eslogan que se hizo famoso en todo el país: "Dicen que soy aburrido…". Frente a sus contrincantes peronistas -simpáticos, ostentosos, frívolos, deshonestos-, De la Rúa prometía seriedad y buena administración. Era un hombre alto, discreto, que caminaba un poco encorvado y al que le costaba mucho sonreír. "Dicen que soy aburrido…", decía, pero después de una década de jolgorio y dinero fácil con Menem y su "plata dulce", conseguida gracias a la falsa convertibilidad del peso (aquella ecuación mágica que proclamaba "1 peso=1 dólar"), los argentinos querían seriedad y aburrimiento. El país se estaba viniendo abajo. Y mucha gente lo sabía, aunque la clase política se negaba a reconocerlo.

En diciembre de 2001, dos años después de su toma de posesión, el hombre que se presentaba diciendo "dicen que soy aburrido" tuvo que huir en helicóptero de la Casa Rosada. Un día antes había proclamado el estado de sitio y 30 manifestantes habían muerto en los disturbios que se produjeron cuando el Gobierno ordenó la inmovilización de los depósitos bancarios en todo el país, lo que desde entonces se conoce como "corralito financiero". De la Rúa se vio obligado a decretar la medida para evitar la quiebra en cadena de los bancos, pero las protestas estallaron y la situación se hizo insostenible. Y el 20 de diciembre, mientras decenas de miles de personas aporreaban las puertas de los bancos pidiendo su dinero, De la Rúa recogió a toda prisa sus papeles y se subió a un helicóptero militar, igual que los norteamericanos que huían de Saigón.

¿Es posible que algún día ocurra algo así en España? Dios quiera que no, como diría mi abuela. Pero la realidad es testaruda, y llevamos más de una década viviendo muy por encima de nuestras posibilidades. Y como ocurre en estos casos, hemos perdido por completo el sentido de la realidad. Un niño de África sabe muy bien lo que se consigue con una moneda. Nosotros no. Desde hace mucho tiempo no nos gusta ver las cosas como son, sino como nos gustaría que fueran. Confundimos palabras con hechos y deseos con realidades. Y además, el sistema administrativo español, con sus 17 clases políticas autonómicas, es uno de los más caros del mundo. Nunca se ha hecho un estudio de su sostenibilidad económica, sobre todo en una época de vacas flacas, pero quizá deberíamos hacerlo. Ahora que discutimos tanto por los balances fiscales, no se nos ocurre la posibilidad de que un día no haya nada que discutir porque tampoco haya nada que repartir. "Dicen que soy aburrido…", decía De la Rúa, y tuvo que huir en un helicóptero militar. Dios sabe lo que le hubiera pasado si llega a ser simpático.

stats