Dulce nombre de María

Esta semana es la más cofrade del calendario eclesial al celebrarse el mayor número de oficios religisos

Hoy, 12 de septiembre, es la festividad litúrgica del Dulce Nombre de María, modelo de santidad y de espiritualidad eucarística, según la viva tradición patrística, su nombre bienaventurado es venerado en todos los cánones de la Santa Misa y con particular énfasis en todas las iglesias de la cristiandad, siendo la guía maternal en el camino de encuentro con el Misterio de la Fe.

Tras la celebración esta semana pasada de la Natividad de la Virgen María con los cultos públicos celebrados en sus sedes canónicas en honor a la Virgen del Consuelo y a María Santísima de Fe y Caridad, y el inicio del centenario del Santo Sepulcro, nos adentramos en efemérides cargadas de pasión.

Esta estival semana, epílogo del caluroso verano, es la más cofrade del calendario eclesial, al celebrarse el mayor número de oficios religiosos en torno a las efemérides del día 14 de septiembre, Exaltación de la Cruz; y el día 15, festividad de la Virgen de los Dolores en sus diferentes advocaciones dolorosas: la Soledad, la Amargura, Angustias,... En breve, Nuestro Padre Jesús Resucitado de Coullat Valera, titular de la Agrupación de Cofradías, será trasladado a la Catedral y las calles se convertirán en luminosas arterias con la "Procesión Magna".

Este lunes, a pesar de todas las tristezas que nos rodean, que son muchas las penosidades que estamos atravesando a nivel gubernamental, ello no resta, con enfoque espiritual, para que en estos momentos de debilidades y flaquezas humanas, durante el mes de septiembre, elevemos de forma sinodal, los ojos a María, la mujer asociada de manera única y revelada a la obra de la reconciliación de la humanidad con Dios, participando en el drama de la redención al pie del Calvario.

Hay muchas necesidades materiales y morales, no sabemos cómo vamos a salir de esta situación tan compleja de pobreza, al ser un signo en la gestión pública del egoísmo imperante, que es el afán del poder y la opulencia, de cosechar honores y prestigio, sin mirar a costa de qué o quiénes. Se trata de un narcisismo arribista de cada cual para sí. Los demás, el prójimo, renglones torcidos, importan poco o nada.

En la vida sentimos muchos desaires, injusticias y abandonos, que denuncian la falta de amor, de ausencia del sentido cristiano en la vida ordinaria, eclipsando con un personalismo amoral, la esencia verdadera y auténtica de las bienaventuranzas, expresadas a través del catolicismo popular por una plasticidad teatral de apariencia hueca. Paz y Bien.

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