La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Elogio del Papa más calumniado

Su Testamento Espiritual resume todo su pensamiento y sus tres últimas palabras -"Jesús, te amo"- toda su vida

Porque las ideas no mueren, los grandes pensadores siguen dando sus batallas después de muertos. Porque el cristianismo heredó de los griegos y los judíos la pasión por la interpretación de los textos sagrados, fundando la hermenéutica, no morirá nunca la palabra de los grandes santos, predicadores y teólogos. Porque fue el propio Cristo quien dijo a Simón "tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella", nunca morirá el principio unificador en el gobierno de la Iglesia, evitando que uno diga "yo soy de Pablo" y otro "yo soy de Apolo"; y nunca la interpretación de los textos sucumbirá a la tentación subjetiva de cimentar la fe más que en la fidelidad a la Palabra revelada "porque nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo".

Por estas tres razones Joseph Ratzinger, como sacerdote, como uno de los más grandes teólogos de la segunda mitad del siglo XX, como prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe y como papa, afrontando las más injustas críticas y las más groseras caricaturas hasta después de su muerte, dio su batalla de ideas, aportó su rigurosa interpretación de los textos y custodió la fidelidad doctrinal a la Palabra hecha carne para que nadie pudiera poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo.

Su último texto, el Testamento Espiritual hecho público tras su fallecimiento, resume todo su pensamiento: "¡Manténganse firmes en la fe! ¡No se dejen confundir! A menudo parece como si la ciencia -las ciencias naturales, por un lado, y la investigación histórica (especialmente la exégesis de la Sagrada Escritura), por otro- fuera capaz de ofrecer resultados irrefutables en desacuerdo con la fe católica (…) He visto cómo, por el contrario, las aparentes certezas contra la fe se han desvanecido. (…) Desde hace sesenta años acompaño el camino de la teología (…) y con la sucesión de las diferentes generaciones, he visto derrumbarse tesis que parecían inamovibles y resultar meras hipótesis. (…) He visto y veo cómo de la confusión de hipótesis ha surgido y vuelve a surgir lo razonable de la fe. Jesucristo es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y la Iglesia, con todas sus insuficiencias, es verdaderamente su cuerpo".

Si esto resume su pensamiento, sus últimas palabras antes de expirar -"Jesus, ich liebe dich" ( "Jesús, te amo") resumen toda su vida.

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