Epicteto, un filósofo bajo la lluvia

La libertad de no ceder ante la sumisión y de controlar las emociones era una vía para la libertad en Epicteto

Cabe decir que en Almería a veces llueve y que por eso es posible la expresión un filósofo bajo la lluvia. Y ese fue el caso de Epicteto el año de autos cuando se alejó de la Rambla a consecuencia de una tormenta y se dirigió a un bar cercano para pedir un plato de migas. Cansado de soportar el viento y el natural elemento, el filósofo, que trabajaba en la Rambla como vigilante, tuvo la necesidad de resguardarse. Pedir un plato de migas era lo adecuado para un día de esos en los que la gente miraba por la ventana y celebraba que el agua mojaba las calles. Por si hay que decirlo todo, en Almería los días de lluvia los nativos proceden a la búsqueda de rituales animistas y a exaltaciones mágicas propias de los contratos con las divinidades en beneficio de los cultivos. Algo no muy alejado de la realidad. Pues bien, Epicteto, que estaba un poco arto de los planes divinos y de las agresiones verbales que recibía en su profesión uniformada, decidió refugiarse en aquel antro para comer lo acostumbrado ese día. Entonces, sentado en un taburete en la barra, reflexionó sobre la libertad, la de sí mismo –porque se consideraba un esclavo, del sistema, como todos-. La libertad mental era esencial para un estoico como él; era un logro psicológico y ético. Todos podemos ser libres si aprendemos a asignar un valor primordial a lo que podemos controlar —deseos, juicios, motivaciones y reacciones—, a tratar lo que no depende de nosotros con ecuanimidad y a ver nuestras circunstancias como oportunidades para actuar y estar bien, sin importar lo que nos sucede o las acciones de otras personas. Epicteto tenía un poderoso método para gestionar emociones como el miedo, la ansiedad, la envidia, la ira o el rencor. Se basaba en el control mental. Y en eso pensaba mientras tomaba las migas con su uniforme a la vista de personas que se sorprendían ante su atuendo mojado. En alguna ocasión un camarero intentó gastarle una broma. Se acercó y le dijo: “¿Desde aquí se puede vigilar la Rambla bien verdad?- soltó entre risas-. Y Epicteto le respondió: “Si, lo que mejor veo desde aquí es el grado de la imbecilidad humana”. Entonces el camarero se alejó y se acercó a su compañero. El otro le dijo entre cuchicheos: “Te lo dije, que este se las gastaba mal”. Epicteto supo entonces que era un hombre libre, un filosofo bajo la lluvia, alguien con libertad mental.

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