Estelas de los gladiadores

Llevaban razón los romanos, aunque Obélix los tuviera por locos, al pensar que la vida perdura en los recuerdos

Malos tiempos para los gladiadores, no solo por las prescripciones de una posmodernidad hedonista y melindrosa, sino porque ya no rigen principios, conductas o decisiones rotundas. Además, los romanos, que estaban locos para el galo Obélix -cuya descomunal fuerza los machacaba-, también pueden ser denostados como imperialistas, si se tiene a mano el presentismo y se mira más de veinte siglos atrás con los contemporáneos desarreglos de los opinadores sin fundamento. El cine también hace de la suyas para vanagloria o demérito de los protagonistas históricos, y las películas de gladiadores -decir “pelis” es humillante- reúnen grandes audiencias por sus bárbaras desventuras. Precisamente de estos, de los gladiadores, trata una exposición, en Burgos, donde figuran estelas -monumentos funerarios de piedra, a modo de lápidas- que aparecieron en una necrópolis romana de Córdoba, ciudad principal de la Bética, con quince tumbas, cinco de ellas dobles, ocupadas por gladiadores. No estaban faltos de razón -la locura era cuestión del célebre cómic de Astérix el Galo- los romanos cuando sostenían que se vive mientras alguien mantiene el recuerdo, y, de ahí, la más definitiva muerte que procura el olvido. De manera que las estelas se colocaban a la vista de los caminantes que pasaban junto a ellas, a fin de que, al leerlas, la memoria del finado acrecentara la vida de los recuerdos.

La necrópolis de los gladiadores, de entre los siglos I y II d. C, estaba cerca del anfiteatro, fuera de la ciudad, y las edades de los finados se repartían entre los veinte y los treinta y cinco años, con distinto número de combates librados. Verdad es que la “distracción” del “pan y circo” se valió de esos espectáculos concurridos, ya de lucha entre gladiadores o de estos con fieras; y acaso algunos conspicuos opinadores de hogaño no reparen en parecidos propósitos de otras “distracciones” contemporáneas menos briosas. Pero los romanos también encontraban en los juegos gladiatorios la exaltación del valor y la disciplina e incluso la aceptación de la muerte. Y la procedencia de los gladiadores era dispar -hoy multicultural-, con una identidad reconocida, mas no por razones inconsistentes; ganado el respeto por su entereza, no con un famoseo de pacotilla. Vivos en el recuerdo, los antiguos gladiadores.

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