Todo orden social implica una clasificación de los seres humanos en esa sociedad, discriminando a una parte de la misma: “pobres siempre ha habido y siempre los habrá” se nos ha dicho, y así se mantiene por algunos antropólogos y sociólogos, si bien otros señalan sociedades donde no existen las palabras “rico” ni “pobre”. Por eso es de estúpidos hacer como que los buscas y no los encuentras. De hecho, cualquiera que esté leyendo esto ahora mismo, al pensar en el concepto de (ser humano) “pobre”, seguro que raramente encontrará uno dentro de su círculo de personas conocidas.

Lo que sí que es inevitable es reconocer que hay formas sociales de organización que favorecen unas diferencias estratosféricas entre sus grupos sociales. Eso es lo que hay que evitar: aunque sólo sea por puro “egoísmo inteligente”, el que sabe que la paz social sólo se consigue pactando entre los diferentes grupos sociales. Bueno, eso es lo que se hacía hasta no hace mucho tiempo. Por ejemplo, la Ilustración alumbró el Contrato Social (o Pacto) de Rousseau, que es el principio de la filosofía política, donde se comprende que es razonable organizarse, cediendo todos un poco, antes que vivir según las reglas de la naturaleza del más fuerte… porque esa fuerza se puede volver en su contra.

Pero eso era en una época en la que el personal, aunque menos leído que ahora, tenía una conciencia más plena de la diferencia entre clases sociales y era ya imposible seguir tomándole el pelo. Ahora, aun sin embargo más leídos, somos más condescendientemente “educados”: nada proclives a la tensión social. Por eso, nos hace gracia que alguien bromee con un “¿dónde están los pobres? ¡Yo no los veo!”. Incluso no nos escandaliza que alguien, que sabe que miente, nos diga que el concepto de “Justicia social” es un invento de la extrema siniestra, cuando todos sabemos que ya Aristóteles hablaba de “Justicia distributiva”. Está claro que el estagirita no era comunista, aunque luego la tradición cristiana se inspirase en él para, entre otras cosas, fundamentar su Doctrina Social de la Iglesia, que como todos sabemos no es quien inspira ni la Segunda ni la Tercera Internacional.

¿Qué interés se tiene en tomar el nombre de cada ser humano que vive en la pobreza en vano? A mí me sugiere una falta de respeto de una gran mayoría ciudadana inconsciente… de que se no acabará con la pobreza eliminando a los pobres de su vista.

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