Tábula rasa

Guillermo De Jorge

Hombre bueno, hombre malo

07 de diciembre 2013 - 01:00

SI por algún casual el ser humano no hallara ningún áspide de posibilidad de encontrar el miedo, estoy completamente seguro que se inventaría una razón para imaginarlo. Ese es el único impulso que mueve a los cobardes, el poder crear una excusa, a imagen y semejanza, para no intentar hacer algo. Ese es el único motivo que diferencia a un ser humano de otro. Esa es una de las diferencias que existen entre los hombres buenos y los hombres malos. Que existen personas que son capaces de dar todo aquello que poseen por nada sin esperar algo a cambio y, sin embargo, hay otras incapaces de hacerlo. Para lo único que están capacitados es para dar las excusas precisas que justifiquen sus fracasos y sus imposibilidades. Pero quizás lo que nadie nos contó fue que todos aquellos que también aceptan las razones de los cobardes para no mover ni un solo dedo en defensa de los demás, son tan culpables como los otros.

Ellos también necesitan verse reflejados en otros hombres que cometen sus mismos errores, para así legitimar su postura, para auto-convencerse de que lo que hacen es justo y correcto -aunque todos sepamos que no siempre es así: aunque día a día nos tengamos que mentir a la cara, para así poder salir a la calle con la mayor dignidad posible-.

Quizás, hemos creado a nuestro alrededor un sistema que es capaz de retroalimentarse de esta manera. Hemos concebido, de una manera u otra, la necesidad de tener un universo a nuestra justa y precisa medida. Aunque esto nos lleve a arrasar con todo aquello que se interpone en nuestro camino. Un sistema que es capaz de, en tan sólo unas horas, sacar una entrevista en los medios de comunicación a uno de los mayores depredadores sexuales. Sin importar absolutamente nada el dolor de aquellos que lo han sufrido. Sin tener en cuenta el mensaje subliminal que esa acción supone. Sin escatimar en gastos, en publicidad. En busca de ese share que les devuelva la confianza o en busca de esa primera posición en el prime time tan deseada. Encumbrando al horror humano al grado de épica o de epopeya, donde los hombres sólo sirven para alimentar este lamentable y atroz espectáculo llamado: mundo.

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