Notas al margen
David Fernández
Del cinismo de Sánchez a la torpeza de Feijóo
CUANDO en primero de facultad leía a Hegel, centré mi atención en su filosofía del estado, que no solo me llenaba de dudas, si no que me parecía contraria a mi forma de ver y pensar las cosas. Para mí nunca el Estado puede estar por encima del individuo y eso me diferenciaba del pensamiento de izquierdas, donde el Estado encarna ese ideal universal de libertad, tal es la subordinación personal a la colectividad organizada. Recuerdo lo de las asambleas, la toma colectiva de decisiones, la crisis de la autoridad profesional y los listillos que vivían del cuento, que no daban un palo al agua, pero aprobaban sin problemas con los profes progres. Claro que otros no podíamos permitirnos esas pérdidas de tiempo, ni las reuniones asamblearias que determinaban que no había exámenes o clases, por una sencilla razón, teníamos que trabajar para poder estudiar. Los más reivindicativos solían ser los hijos de los que estaban bien instalados en el régimen, pero también los que honradamente luchaban por los demás desde posturas comprometidas, comunistas y miembros de movimientos cristianos. El resto iba o venía en función de razones muy variopintas.
Pasado el tiempo, la transición política abrió las puertas al compromiso real y cada uno se fue identificando con los partidos políticos que surgían. Los mas comprometidos no tardaron mucho tiempo en introducirse en la médula de los partidos, otros optaron por abandonar las estructuras políticas e incluso los que, tras denunciar las contradicciones observadas en sus partidos, se posicionaron en otros esquemas de la acción ciudadana. Pero había un grupo, muy importante, que siempre procuró estar en el poder, independientemente de que esquema ideológico sustentara la acción política. Carentes de principios ideológicos o ignorando los que decían seguir, se instalaron en los aparatos y en la administraciones y a vivir en su seno. Surgió así un esquema de funcionamiento político de estructura clientelar, a cuyo amparo apareció una clase política normalizada, susceptible de funcionar con cualquier sigla, pero que en el caso de Andalucía, por razón de permanencia en el poder, se incorporó al PSOE. Lógicamente las contradicciones se han ido haciendo cada vez más evidentes, no solo por el desclase social de los dirigentes, si no por la total y absoluta negación de los principios ideológicos que inspiraron el nacimiento de su partido. Sin pretender ser demagogos, en la memoria colectiva de la sociedad, no hay y si los hay son poco conocidos, referentes sociales que permitan identificar un esquema ideológico de izquierdas con personajes de la vida pública; basta con evocar algunos nombres. En tiempos de crisis, cuando no amalgama la ideología, surge el sálvese quien pueda y la realidad confirma que esto ha comenzado. ¿Encontraran nuevo asiento?
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