Monticello
Víctor J. Vázquez
Un triunfo póstumo
La derecha tiene muchas ramificaciones, que van desde la perspectiva liberal-capitalista hasta el fascismo, pasando por el conservadurismo. Todas ellas tienen en común la defensa a ultranza de la propiedad privada y de los derechos del sistema económico, de los capitales, considerados como auténticos generadores de riqueza. Dentro de esta derecha hay quien considera que el mercado se regula solo. A la vista está que las grandes empresas generan riqueza en todos los países donde se implantan (ah, no, perdón, en el tercer mundo no, pero eso no importa), también sabemos que las empresas van subiendo cada vez más el sueldo de sus trabajadores a medida que obtienen más y más ingresos (uy, no, perdón, que muchas veces lo que quieren es pagar menos y más precariedad). El caso es que habría que ser muy ingenuo para pensar que un servicio público y ciudadano como es la escuela, un servicio que pretende ser igual para todas las personas, mejorará con la llegada al poder de la derecha en unas futuras elecciones generales. Ya tenemos multitud de ejemplos al respecto, tanto en nuestro país (en el pasado) como sobre todo en otros países de Europa, donde se ha llegado al punto de que quien quiera una educación mínima de calidad, debe pagarse una escuela privada. La escuela pública es solo para los pobres (ah, no, perdón, que dicen ellos que no hay pobres). Esto por no hablar de que hay que pedir permiso a las familias para tratar cualquier temática social, incluidas las relacionadas con el medio ambiente (ah, no, perdón, es «libertad de las familias»… «libertad de hacer polvo el planeta», añadiría yo).
Quizá nos deberíamos preguntar por qué hemos llegado hasta aquí, por qué no se ponen cordones sanitarios a quienes quieren eliminar libertades, derechos… en qué ha fracasado la escuela democrática de los últimos 40 años, o también (para ser justos), qué nos está pasando como sociedad. Quizá el ruido mediático anule todos los demás esfuerzos. Quizá nos han enseñado que determinados mantras («Venezuela», «comunismo», «ETA», «los okupas»...) son más importantes que las subidas salariales, las reformas laborales y tener más y más derechos. Hay que ser muy ingenuo para creer que desde la derecha, sin Venezuela ni ETA, mejorará lo demás. Hay que ser muy ingenuo o muy malvado para querer construir un mundo cada vez más egoísta, más deshumanizado, más alejado de valores universales.
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