No El último capítulo de la historia del emérito es la aparición de una supuesta hija llamada Alejandra, producto de una relación con una ilustre dama perteneciente a la aristocracia. La noticia ha sido desmentida por el propio rey emérito, pero lo cierto es que, desde la famosa cacería matando elefantes en la selva africana, sobre la persona de Juan Carlos de Borbón se han ido destapando trapicheos y amoríos que darían de sí para una serie televisiva con los típicos devaneos de la casta de los borbones. Valle Inclán ya retrató a su tatarabuela la reina ISABEL II, en su obra "Farsa y licencia de la reina castiza", partiendo de un chantaje por unas cartas de amor escritas de puño y letra por la fogosa reina, que ponían en peligro su reinado. Y si la paternidad de la presunta hija llamada Alejandra se confirmara, no sería la primera bastarda que se ha dado a conocer con sangre real. Ya estamos en el siglo XXI y las monarquías no cuentan con un respaldo acreditado que garantice su permanencia. Cada vez que aparece una noticia nueva sobre la vida privada de Juan Carlos I se empequeñece su figura como una pieza fundamental para que se implantase la democracia, y se engrandece la de un presunto mujeriego y estafador sin mayores contemplaciones. Lo cierto es que con lo que se está destapando en los últimos años sobre sus relaciones con señoras, a las que se les retribuyó con generosos estipendios en dinero o en especie, o se les pagó con dinero público para que mantuviesen en secreto sus encuentros amorosos, no resulta muy gratificante verlo venir a España con esa desenvoltura para participar en un campeonato de vela a bordo del "Bribón" en Sanxenxo. Cualquier otro español sobre el que se sospecharan acciones fraudulentas y mordidas millonarias negociando con los emiratos árabes, sería investigado por la fiscalía y no tiene sentido que, por tratarse del Jefe del Estado, tenga licencia para llevar a cabo prácticas delictivas sin ningunas consecuencias. El apartado 3º del artículo 56 de la Constitución establece que "La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad". Aunque a continuación señala que sus actos han de ser refrendados, no dispone límites a la inviolabilidad, que debería de afectar sólo y únicamente a dichos actos refrendados. Mucho se está tardando en reformar la Constitución para que quede claro que la inviolabilidad solo será aplicable cuando el Rey ejerza su función como Jefe del Estado.

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