Kafka y la muñeca viajera

Mito y leyenda se funden en una bella historia de amor y de pérdida

La historia que hoy vamos a contar cabalga, como tantas otras, entre el mito y la realidad. Si por algo resultan mágicas estas aventuras es porque tanto da el porcentaje de leyenda que se mixture con la verdad desnuda. Estas narraciones esconden siempre una enseñanza que todo ser humano debe aprehender. Allá por el final de su vida, en 1923, paseaba Kafka por el parque Stegelitz, en Berlín. Sentada bajo un árbol encontró a una niña que lloraba desconsoladamente. Esta había perdido a su muñeca favorita y no había palabra de aliento que pudiera serenar su incomensurable pena. Al cabo se le ocurrió una idea y acordó con la pequeña volver a verse por la tarde del día siguiente. Llegado el momento el adulto entregó una carta manuscrita a la pequeña. En ella la muñeca relataba como no se había perdido sino que había llegado el momento de emprender el gran viaje de su vida. Se encontraba bien, con ganas de verla, pero con necesidad de vivir nuevas experiencias. La niña, con el rostro iluminado hizo prometer a Kafka que si recibía nuevas misivas se las haría llegar. Y así fue como el escritor se convirtió, además, en cartero de muñecas.

Periódicamente se citaban en el parque y puntuales leían la ansiada epístola. La muñeca había conocido a otras, había estudiado en la universidad e incluso había empezado a conocer a un chico con el que terminó casándose y formando una familia. Transcurría por tanto el tiempo y aunque la niña añoraba a su muñeca entendía que no podía sino respetar el camino que esta había elegido recorrer.

Dora Diamant, la última pareja de Kafka, aseguraba que la historia era completamente real. Y destacaba cómo el literato se tomaba tan en serio la redacción de estas cartas como cualquier otro proyecto en el que estuviera trabajando. "Se sentaba en el escritorio e igualmente entraba en ese estado de tensión mental que tanto le caracterizaba cuando escribía".

Un día Kafka decidió comprar una nueva muñeca y regalársela a la niña. Esta, con gesto confundido aseguró que no se parecía en nada a su muñeca original. Pero Kafka deslizó una nota, escrita a mano por la muñeca, que decía "mis viajes me han cambiado". Años después, ya fallecido Kafka y la muñeca relegada a un cajón, encontraron una última nota en el interior de nuestra protagonista firmada por el autor: "Todo lo que amas probablemente se perderá, pero eventualmente el amor volverá de otra manera".

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